A Felipe Almendros le conocíamos por su tebeo “Pony boy” (Glenat, 2007), un debut que poco hacía presagiar una obra como “Save our souls”. Todo lo que en “Pony boy” parecía impostado, en este nuevo libro impresiona por la sensación de verdad que desprende: la angustia vital, los miedos arrastrados desde la adolescencia, la incapacidad, en fin, de adaptarse a eso que llaman vida real y que en realidad es mucho más extraña de lo que nos contaron.
El tebeo parte del viaje casi forzoso de Felipe a Méjico para acompañar a su hermana en sus últimos días de embarazo, casi un McGoofin autobiográfico para hablar de sus encuentros y peripecias en el viaje con un grupo de púberes amantes del hardcore fuera de contexto. Visto así, un tebeo autobiográfico más: nada que ver.
Para empezar, es muy dificil empatizar con la historia y su protagonista. Felipe (o Felipollas, así le llaman sus amigos mejicanos) es tremendamente egoista, cínico, pusilánime, cobarde y montón de cosas más. Mucho más cabrón consigo mismo que Joe Matt. Hasta el punto que nunca acabas de saber si realmente es autobiográfica, cosa que, por raro que parezca, en ningún momento te saca de lo que te está contando.
Es precisamente ahí donde la historia se hace fuerte: aunque el personaje sea un cínico, su mirada sobre el mismo no lo es en absoluto. Ayuda su dibujo nervioso y feista, como un David Shrigley escondido en su libreta, y hasta el formato de la página, con 8 viñetas separadas por lineas dibujadas con regla, contrastando con el desorden del dibujo que contienen.
Lo único malo del tebeo es que a pesar de ser una de las revelaciones más fulgurantes de este año recién acabado, dificilmente llegará al publico que merece: la edición de “Save our souls” está limitada a 100 ejemplares. Esperemos que en breve alguna editorial se atreva a reeditarlo como se merece.