El escritor colombiano Óscar Pantoja se ha labrado una carrera como biógrafo de escritores en formato novela gráfica. Tras adaptar la vida de Juan Rulfo en Rulfo, una vida gráfica y la de Gabriel García Márquez en Gabo. Memorias de una vida gráfica, el autor ha asumido en su última obra el reto de retratar al escritor argentino Jorge Luis Borges junto al dibujante Nicolás Castell. El resultado de esta titánica tarea es Borges. El Laberinto infinito, publicado también en la editorial Rey Naranjo.
Y es que no parece haber una manera mejor para definir este trabajo: reto. Si una palabra evoca a la mente la figura de Borges para los lectores, expertos y no expertos, es complejidad. E intentar captar su figura y la esencia de su obra literaria en un cómic de tan solo 150 páginas no ha debido ser una empresa sencilla.
En esta ocasión Pantoja no ha optado por una narrativa lineal clásica y ha construido un perfil a partir de 10 escenas breves a modo de relatos, sin orden cronológico. Tal y como ha declarado en alguna entrevista el propio autor, “es una contradicción escribir una novela gráfica sobre alguien que no escribió novelas” En ellos se nos desgranan pasajes importantes de la vida del Borges, utilizando como hilo conductor el proceso creativo de uno de sus relatos más famosos, El Aleph. La familia y la importante figura materna, su fallida relación amorosa con la también escritora Norah Lange, la ceguera, su trabajo como director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, … aparecen junto a algunos de los elementos recurrentes en sus creaciones, como los espejos, la biblioteca de Babel o los sueños donde conversa con un personaje llamado Borges. Y es precisamente el diálogo (y su ausencia) otra de las características principales de este cómic. Pantoja ha optado por no utilizar ninguna acotación. Sólo diálogos y silencios., potenciados por el dibujo de Castell, de colores oscuros e intensos. El resultado es una mayor sensación de veracidad.
Estamos, pues, ante una excelente biografía que muy acertadamente no pretende ser ni exhaustiva ni una hagiografía y que nos muestra a un Borges más persona que autor-personaje, un Borges humano que siente, teme y duda. Ya nos lo anuncia la propia portada de la obra: la lectura de este libro es un bosquejo a su figura similar a mirar a través de un caleidoscopio. Nos muestra varias imágenes que, aunque incompletas y quizá un poco distorsionadas, captan perfectamente la esencia del autor.