Con las manos desnudas es la biografía de Suzanne Nöel, otra de esas pioneras del siglo XX que merecen ser recuperadas para que ocupen su merecido espacio en los libros de historia. Su condición de mujer le hizo entrar en el mundo de la medicina tarde, aburrida de la vida burguesa parisina y con el apoyo del por entonces su marido. De ahí se interesó en la cirugía reconstructiva y los efectos de la Primera Guerra Mundial dejaron fuerte mella en ella. Luego se convirtió en una gran defensora e innovadora de la cirugía plástica y defensora de los derechos de las mujeres, que también transformo en un activismo feminista desde su posición social privilegiada.
La escritora y periodista Leïla Slimani (Rabat, Marruecos, 1981) -ganadora en 2016 del premio Goncourt por su novela Une Chanson Douce– escoge la figura de Nöel para hacer un semblante bibliográfico en el que sigue su vida desde que decide interesarse por la medicina. Lo hace de forma que no evita los detalles más polémicos o duros de la vida de la cirujana, pero sin dejar esa admiración por su figura. Por ejemplo, plantea los dilemas éticos de la cirugía plástica para realzar la belleza femenina desde varios puntos de vista, pero siempre es la visión de Nöel la que toma mayor peso, como es de esperar en su biografía, pero a veces pesa demasiado y se echa en falta un acercamiento más equidistante. La ilustración va a cargo de Clément Oubrerie (París, Francia, 1966), conocido por ilustrar la aclamada Aya de Yopougon (Premio en el festival de Angouleme 2006). Aquí su dibujo es más manchado, menos caricaturesco y los colores mucho menos vivos, lo que le hace sumergir al lector en el ambiente de la época que retrata. Consigue que la vida de Nöel y las premisas de Slimani se sigan con mucha atención.
Nueva biografía de una mujer que merece más presencia en los libros de historia, una más de las muchas que parece que van saliendo últimamente y que se añade a la serie que ya tiene Liana editorial, y que, más que saturar el mercado, muestra el inmenso hueco vacío que hace falta llenar. Poco a poco queda más claro que la historia no se puede contar obviando a la mitad de la humanidad y la vida de Suzanne Nöel es otra muestra de ello.