«La televisión es nutritiva», decían los Aviador Dro allá por 1982. Y parece que sigue siéndolo, alimentando lo mejor y lo peor de este mundo… El sevillano Miguel Brieva vierte su habitual crítica mordaz sobre esta sociedad con El otro mundo (volumen 1. Atentos a sus pantallas), cuya primera entrega está dedicada por entero al fascinante mundo de la televisión.
Por la pantalla de Tele-Brieva desfilan críticas hacia el terrorismo, las religiones, el Estado en su vertiente más paternalista, el culto obsesivo al aspecto físico o la misma cultura televisiva, entre otras. El otro mundo nos ofrece al Miguel Brieva más genuino, aquel que utiliza las parodias de anuncios para reflexionar, en clave de ironía, sobre los aspectos menos agradables de la sociedad en la que nos movemos: las viñetas “Aquí hay tomate histórico” o “Porque tú lo quieres aunque no lo sepas” son dos pruebas más de que en este país también se hace hacen cómics para pensar y no solo para pasar el rato.
Humor ácido, despiadado e inteligente que muchas veces recuerda a otros representantes del más negro humor hispánico tipo El Roto (una de sus grandes influencias, en declaraciones del propio Brieva) o, desde otra vertiente más lejana -y es posible que discutible-, el negro surrealismo de aquellos geniales Tip y Coll.
Además, los referentes gráficos de Miguel Brieva aparecen en sus historias sin ningún tipo de disimulo. Él sabe que cada artista es heredero de maestros anteriores, y por ello no se cansa de repetir cuáles son sus influencias en el dibujo: Robert Crumb, Daniel Clowes o Terry Gillian, entre otros.
Por otro lado, los diálogos de Miguel Brieva también nos traen a veces el eco de un Rafael Azcona del siglo XXI, de los críticos guiones tipo “El pisito” o “El cochecito”, con los que Azcona ridiculizaba algunos comportamientos fruto del contexto de aquella España mojigata, y casi todavía por desarrollar, que torpemente comenzaba a aprender lo que era el consumismo masivo.
Miguel Brieva ha declarado en varias entrevistas que tan importante es en su obra la imagen como el texto. Ese texto que le permite desarrollar en palabras las certeras sátiras sobre nuestro sistema capitalista, sobre la locura consumista que nos envuelve. Podría decirse que es un artista del todo consecuente en cuanto intenta vivir de una manera que va acorde con su discurso: en una entrevista declaraba que no tenía coche, ni móvil, que vivía en una comuna… Cuando lees eso entiendes por qué sus críticas nos resultan tan verdaderas, tan «vividas». Y también que Miguel Brieva sea la voz de denuncia que el cómic hispano de procedencia más underground necesitaba.