El periplo de los últimos años como creador de Álvaro Ortiz (Zaragoza, 1983) da para tebeo al más descarnado estilo Lewis Trondheim. Joven autor aupado a cierto hype con una trilogía de novelas gráficas maduras, personales y de pulido creciente se pierde en el laberinto del bloqueo creativo. El confinamiento de la COVID, en 2020, llevó al autor a crear un tebeo en línea tan fresco como descacharrante (El Murciélago sale a por birras). Y exitoso (finalmente fue editado por Astiberri en el mismo 2020). La despresurización del autor fue un éxito de la presión de la situación global, parece. Desde entonces y afortunadamente tenemos ya dos nuevos trabajos de Ortiz. Uno continuista (Prdro y Maili, 2021) y un paso nuevo, quizá importante, con este La pequeña genia y la partida de shatranjque ahora nos ocupa.
Importante porque parece un punto de fuga a todo lo que ha sido y es Álvaro Ortiz. Para empezar, retorna al público infantil (sus inicios se pueden vincular al personaje Julia ―Edicions de Ponent―, lecturas para la chavalada), lo hace con el aplomo de la veteranía pero con la frescura de sus últimos cómics y desde un poso autoral que emparenta este cuento de búsquedas con “road cómics” como Cenizas de 2012 (Astiberri).
Con esa soltura que amalgama talento, experiencia, personalidad y frescura, La pequeña genia y la partida de shatranj es un cuento delicioso, protagonizado por niñas de carácter marcado en un lejano oriente que nos remite tanto a las aventuras de Iznogud como a aquel Ramadán de The Sandman. Más por casualidad, seguramente, que por otra cosa, ya que Ortiz se mueve en la literatura ancestral, oral, mítica, incluso hoy día pop (vía el Hollywood clásico) de la narrativa mágica oriental de la que aquellos abrevan. Así en este relato familiar hay un equilibrio muy logrado entre la recreación posmoderna de algo atávico y la personalidad férrea del autor ―en sus personajes sólidos enfrentados a pérdidas, en la idea de que la narración es un viaje iniciático y de crecimiento.
Formalmente precioso, con una puesta de página sencilla donde no cabe al ser un cómic infantil la multiplicación de viñetas de novelas gráficas como Murderabilia (2015, Astiberri) pero sí el cuidado equilibrio entre sus componentes. Aquí destaca un uso del color cálido, hipnótico.
Que la historia, aunque cerrada, pueda ser el inicio de una serie es otro punto a favor. Ojalá.