Esta muy atípica biografía de la poetisa del barroco literario alemán se aleja a grandes zancadas de las formas más corrientes de hacer biografía en cómic. Estrictamente (y como parte de cierta broma), la biografía de Sibylla Schwarz dura apenas ocho páginas. Uno podría decir que ello se ajusta a la corta de vida de la biografiada, que falleció a los 17 años. En realidad el resto sirve para fabular, para que el autor construya un acercamiento a su figura a través de lo que pudo ser, lo que no se sabe o lo que no fue. Pero también para reflexionar sobre lo que representa un retrato biográfico. ¿Nos acercan más los datos fríos, un intento de interpretación de su figura o una evocación de su vida como una adolescente encerrada en su cuarto?
Max Baitinger (Penzberg, Alemania 1982) juega así a cierta irreverencia que no se riñe con poner al personaje sobre la mesa y avivar su recuerdo especialmente en una historia de la literatura (o de cualquier otra disciplina) que tradicionalmente ignora o aparta la contribución de las autoras. Baitinger no lo proyecta como un manifiesto de reivindicación feminista pero en el retrato de Sibylla deja espacio para ponderar y hacerse preguntas, para aventurar por donde andaría su universo íntimo y para mostrar como pudo haber sido su vida marcada por el contexto histórico de una invasión.
Irreverente dentro del marco de las biografías en cómic no lo es tanto dentro de la obra del propio autor al que se le cuelan temas y formas muy específicas que recuerdan a su Röhner (Fulgencio Pimentel, 2018) : personajes sobrepasados por sus entornos, impresentables que se instalan en casa de uno, formas poco ortodoxas de sentarse en sillas y garabatos trazados al aire. Aunque no todo remite al propio autor. Me he acordado, por un lado, del humor montypythonesco con sus voces en off tan características y su gusto por el absurdo. Por otro, a la retranca tranquila de Olivier Schrauwen. Lo que me hace pensar que todos estos vanguardistas modernos, al final son unos cachondos de tres pares, con cierta vocación de trascendencia que no riñe con el objetivo jocoso.