El trabajo anterior de Nick Drnaso (1989, Palos Hills, Illinois, E.E.U.U), Sabrina (Salamandra Graphic, 2020), puso el listón muy alto; estuvo nominado en 2018 al prestigioso Man Booker prize y recibió multitud de elogios de la crítica. Sin embargo a él le dejó un malísimo sabor de boca. Días antes de entregarlo a imprenta se echó atrás y en consecuencia el libro vió la luz mucho más tarde de lo previsto. Drnaso no guarda precisamente un buen recuerdo: ‘Odio ese libro, no quiero ni ojearlo, fue un error y nunca debió haberse publicado‘. Tres años de trabajo y varias crisis de ansiedad, así se saldó la factura de Sabrina. El reto de este tercer trabajo era considerable. Por un lado ser capaz de colmar las espectativas y dejar de ser la promesa americana de la narrativa gráfica para convertirse en un referente indiscutible, por otro, realizar un cambio de registro; dar un golpe de timón temático eludiendo el asfixiante clima paranoide y macabro que predominaba en Sabrina y pasar página. Clase de actuación es la confirmación del talento del que es, a día de hoy, el autor más interesante y complejo del momento. Y aunque esta vez la historia transita por otros derroteros temáticos, Drnaso reitera sus obsesiones y vuelve a poner el foco en el reverso más obscuro y tenebroso de la siempre excesiva realidad norteamericana.
Perturbador, como de costumbre, Dnaso construye esta vez una fábula social sobre la anomia a través de diez personajes. Una obra de protagonismo coral centrada en la figura de un inquietante profesor que poco a poco y a medida que avanzan las sesiones de este singular seminario de actuación irá a través de sus clases y de sus peculiares métodos didácticos manipulando y modelando las reacciones de los alumnos hasta conseguir que se desdibuje la fina línea entre la actitud actoral y la realidad de cada uno de ellos.
Se trata de un libro complejo, que apela directamente a la implicación total del lector. Los personajes hacen gala de una total inexpresividad, cercana a la siempre inquietante actitud de los maniquíes, con la mirada constantemente perdida. Quizá sea un recurso para provocar una asepsia emocional total y que en todo caso recaiga sobre el lector esa responsabilidad, o más bien sea una manera clara de representar la peculiar torpeza de cada uno de ellos para socializar. Al margen de un par personajes, Rosie y Gloria, el resto padece una seria incapacidad para desenvolverse en el plano de la realidad, les falta claramente un hervor. Viven la experiencia de la vida como una auténtico suplicio, en cierta medida las clases de actuación serán para algunos de ello un apoyo emocional , una especie de terapia, el único territorio en el que sus frustaciones más profundas desaparecen y el lugar en el que finalmente pueden proyectar sus deseos. Un realidad paralela, una suerte de multiverso similar al que promueven actualmente algunas redes sociales. Para otros, en cambio, supondrá la constatación de su fracaso en el ámbito social.
La paleta de colores lóbregos y la marcadísima retícula de la puesta en página producen una sensación de uniformidad que puede llegar a confundirnos si perdemos algo de atención. Uno de los méritos de este libro consiste en eso, a partir de un planteamiento formal muy parco e incluso incómodo Drnaso es capaz de capturar el interés de aquellos que aguanten el envite de los primeros compases. La regularidad formal y la flojera expresiva de los personajes pueden producir una extraña sensación hipnótica o, al contrario, provocar un rechazo total; su lectura en ese caso se justificaría por pura morbosidad. Por ver como acaba todo este tinglado.
Como suele suceder con casi todas las obras relevantes de cualquier ámbito, la amplitud de interpretaciones y la variedad de lecturas que sugiere Clase de Actuación la convierten en un trabajo que nos interpela directamente; el simple hecho de que llegue a seducirnos debería provocarnos una seria reflexión. Resuenan los ecos de películas como Short Cuts de Robert Altman o del Hapiness de Todd Solondz (Drnaso ha reconocido siempre su admiración hacia él) o los relatos de Raymond Carver. En parte por que coinciden en su excelente radiografía de la trastienda de los sueños americanos y nos acercan a la pesadilla del americano medio al que le toca lidiar con su vulgaridad y sus frustadas aspiraciones. Aunque puestos a comparar Clase de Actuación pertenecería más al ámbito experimental de trabajos como Canino o The Lobster de Yorgos Lanthimos.
Lo realmente destacable es que un trabajo así solo podría haberse llevado a cabo en un ámbito como el del cómic, la literatura no habría sido capaz de plasmar el singular retrato de cada uno de los personajes de esta historia y dificilmente el cine podría haber trasladado esa perturbadora y constante inexpresividad que acompaña a todos los personajes de esta historia. El hecho de que todas las posibilidades del medio queden plasmadas y se exploten al máximo justificaría que deba considerarse como un trabajo excepcional llamado a convertirse en una obra referencial que plantea un punto de inflexión en la ficción norteamericana, trascendiendo el territorio de la novela gráfica para equipararse con cualquier creación literaria de altura.