Hace ya unos años me embarqué con ilusión a la lectura del manga Capitán Harlock, para leer el material original que fundó la serie que disfrutamos de niños, en mi caso, en TV3. Con un poco de decepción descubrí que el manga quedó incluso. Pero también que no era la única obra de Leiji Matsumoto (1938 Kurume, Prefectura de Fukuoka, Japón) que restaba así. Leyendo Queen Emeraldas (que sí tiene conclusión hasta donde sé) creo que se puede intuir que las obras de Matsumoto en realidad no tienen fin.
Queen Emeraldas cuenta la historia de una de las piratas espaciales más temibles del cosmos. Se la ilustra como una figura misteriosa, romántica y temible. Con frecuencia representada con el espacio de fondo, como si su persona fuera una con el infinito. Un infinito como el viaje de la protagonista también, con unos objetivos vitales muy esbozados, también misteriosos pero que son el motor de lo que la mueve a todo lo demás. A las situaciones en las que se topa en cada planeta al que viaja.
El espíritu de la serie es realmente una historia romántica de piratas: la del antihéroe (en este caso una antiheroína, un hito en el género) que viaja por el espacio rebelándose ante cualquier forma de autoridad y ayudando al oprimido. Pero hay dos rasgos que la empujan en direcciones distintas:
Una hacia el relato gótico con la melancolía y la soledad que transporta consigo el personaje, frecuentemente ilustrado en páramos desérticos, sin aliado alguno.
Otra, la del western crepuscular, con sus tonos y situaciones en las que la protagonista se enfrenta al villano en mundos moribundos y corrompidos, mundos que han hecho mella hasta en la propia protagonista.
Este primer volumen está repleto de buenas historias de desarrollo lento en el trasfondo, buscando asentar un tono y el mito de Emeraldas, si bien las historias individuales, en realidad, se desarrollan de forma ágil y entretenida.