Casi siempre son las pequeñas anécdotas lo que le salva a uno el día a día. No necesariamente porque éste sea algo malo, pero si porque hay momentos en que uno necesita llenar los ratos de vacío con otras cosas. Megan Kelso es la reina de esas otras cosas. Sus tebeos son costumbristas a ratos, pero casi nunca es la anécdota lo que acaba quedando, sino que se vale de ella para detenerse en un gesto, en cualquier objeto, dejándola en el aire como si pudiera acabarse sola. Y no es que se pare todo necesariamente, sino que de repente algo más sutil entra en el plano, llenándolo de un extraño sentido, porque la imaginación de Megan Kelso nunca se desborda, aparece de repente fundiéndose con la historia que estaba contando.
Eso la hace especial. Es cotidiana y elíptica, es poética pero no escribe églogas. Sus historietas están llenas de curiosidad y amor por la vida incluso cuando son un poco tristes.
“La madre ardilla” recopila lo mejor de sus historietas cortas entre el año 2000 y 2005, muchas de ellas publicadas en revistas y antologías. Aquí podemos encontrar todas las constantes de su obra: la historia interactuando con la vida “normal”, el sexo, las relaciones familiares, la imaginación en la vida real y al revés,… todo sin aspavientos, siempre distinto.
Algunas de las mejores historietas que le hemos leído están en este tomo que acaba de publicar la cúpula: la sencilla historia con la que empieza el libro, “cara de pena” o “el tenedor de Pickle”, una historia preciosa sobre el legado de un coleccionista de cubiertos de plata y la vida de una pareja formada por una cuchara y un tenedor. Ahora falta que alguien publique su historia sobre una madre obsesionada por el Watergate, “Watergate Sue”, la serie que apareció serializada en el suplemento del New York Times “Funny pages”.