De un tiempo a esta parte parece que Barcelona anda necesitada de nuevos mecanismos para darse a conocer al mundo.
Si hace a penas un año Woody Allen perpetraba una de sus peores películas (Vicky Cristina Barcelona) con la ciudad condal como pretexto (y contexto) ahora le ha tocado a Batman enfundarse el traje de guía turístico.
“Batman en Barcelona” nació en parte como un proyecto impulsado por las gentes del Saló del Cómic, así que el lector está sobre avisado: lo que tiene en sus manos es ante todo una obra con fines promocionales antes que el fruto de una inspiración o de una genial idea. Como es bien sabido en la mayoría de los casos este tipo de proyectos suelen dar lugar a obras bastante prescindibles en las que rezuma una vaguedad y una falta de brío apabullante.
La trama es quizá el síntoma más evidente de esa flojera que predomina en todo el cómic: Killer Croc -el famoso hombre cocodrilo es ahora reciclado en un malvado con delirios de dragón (por aquello de que las escamas confunden)- que se dedica a secuestrar mujeres y el bueno de batman (por aquello de que algunos le llaman ‘caballero’) adopta el papel de caballero de Sant Jordi. Y eso es todo; muy a gusto se debió quedar Mark Waid después de parir semejante prodigio argumental. Todo esto aderezado con una simplicidad abrumadora: el villano es de una maldad y una torpeza académica, la chica que protagoniza el episodio es medio lerda y batman…bueno batman pues se dedica básicamente a cumplir con su acometido: luchar contra el mal y punto pelota.
El prólogo que acompaña a esta edición, apunta que una de las cosas que se intentó conseguir en todo momento era una obra coherente en la que el contexto no alejara a Batman de su idiosincrasia y modus operandi de toda la vida.
¿Será por eso que el caballero oscuro se pasea en moto por la calle Aragón a toda velocidad prestando atención a las noticias que llegan desde la estación de Sants con total normalidad? o ¿será esa la razón que explica porque Bruce Wayne tiene una batcueva en los subterráneos del Museo Nacional d’Art de Catalunya como segunda residencia?
Ese intento por contextualizar al superhéroe en la ciudad condal a base de lugares con nombres propios hace más surrealista y chirriante si cabe toda esta disparatada aventura. No hacía falta que el bueno de Batman citará el callejero barcelonés con total normalidad para hacer mas verosímil algo como un tebeo de superhéroes (que justamente elude en sus principios las leyes de la verosimilitud) otra cosa es que la historia tenga su justa dosis de ‘realismo’ pero eso no lo dan tres nombres de calles citados al tuntún y cuatro monumentos típicos de la ciudad. Tampoco creo que hiciera falta meter con calzador las referencias a la leyenda de Sant Jordi: la escena de Batman en las ramblas con un pendón usado como lanza es bastante alucinógena.
Puestos así solo hacía falta ver beber en porrón a Bruce Wayne o esperar una aparición estelar del Joker encaramado al dedo de Colón con barretina y bigote daliniano.
Al margen de los despropósitos argumentales cabe subrayar que lo mejor de esta historia recae en el apartado del dibujo, a cargo de Diego Olmos. Al parecer uno de los pocos componentes del proyecto que pillo la cosa con ganas e interés cosa que le hace destacar muy por encima de un guionista que despliega un auténtico arsenal de tópicos resobaos y de mecanismos facilones del género.
En definitiva un capítulo para olvidar en la trayectoria del hombre-murciélago que tiene como único aliciente el hecho de ver a Batman en un contexto conocido (aunque para nada reconocible).
Esperemos que este tipo de historias no se conviertan en un mal vicio. No sé hasta que punto los seguidores del personaje aplaudirían un tour europeo de Batman si el calibre de sus aventuras es de esta magnitud.