Antes de comenzar a escribir sobre el conmovedor cómic de Raymond Briggs (Londres, Reino Unido, 1934), permitidme que señale tres hechos:
1) En 1982 – sí, en 1982, años antes que las recopilaciones de Maus y Watchmen, y diez años más tarde de la publicación de las 44 páginas de las que está compuesta Binky Brown conoce a la Santa Virgen María de Justin Green – Raymond Briggs publicó Cuando el viento sopla, que en palabras de Ruben Varillas “fue todo un acontecimiento editorial. Lo fue por lo que tuvo de inesperado. Briggs era un escritor admirado y reconocido, pero su producción se circunscribía sobre todo al mundo de la literatura infantil. Gentleman Jim (1980) no había tenido gran repercusión, así que su segunda obra larga para adultos pilló al público y a la crítica con el paso cambiado. Lo cual no fue un obstáculo para su éxito.”
2) Raymond Briggs es uno de los mejores historietistas europeos y a pesar de ello da la impresión que entre los lectores de cómic su nombre no sería incluido en un Top Ten. Para tod@s aquell@s que tengan interés en saber un poco más sobre Raymond Briggs y su obra, os recomendamos el estudio de Ruben Varillas Una industria llamada Raymond Briggs del que se ha extraído el párrafo anterior y que se encuentra en el excelente último libro que ha lanzado GRECONAGRA Encrucijadas gráfico-narrativas. Novela gráfica y álbum ilustrado.
3) Ethel y Ernest tiene como subtitulo Una historia verdadera, de modo refleja la vida real de los padres de Raymond desde que se casaron hasta que fallecieron. Es necesario reseñar que Briggs ya se había apoyado en la vida de sus padres para la realización de sus obras, una muestra temprana de ellas es la novela juvenil Sledges to the rescue, otro el cameo de un lechero en Papá Noel, pero donde se nota una mayor presencia de la inspiración en lo real para la ficción es en Cuando el viento sopla, cuyo matrimonio protagonista, Hilda y Jim, recuerda mucho al de Ethel y Ernest. Y respecto a este homenaje que Briggs rindió a su padres en 1998 – muertos en los primeros años de 1970- se ha de reseñar otro dato de la biografía de Briggs, que su mujer Jean, que sale en el cómic, murió en 1973.
Las citas de Chris Ware “uno de los ejemplos más conmovedores de los que son capaces de hacer los maestros del cómic” y Seth “una de las mejores novelas gráficas jamas escrita, tan emotiva que acabarás llorando” que se encuentran en el faldón de la edición de Blackie Books reflejan muy bien lo que es “Ethel y Ernest”, pero si tuviese que señalar lo que es para mi, me apoyaría en uno de los mejores cómics de la historia, A short history of America (1979) de Robert Crumb: Los padres de Briggs son como aquél árbol que es plantado por los habitantes de la casa en la tercera viñeta. El árbol va creciendo en las siguientes viñetas – décadas- hasta su desaparición en la novena viñeta, mientras a su alrededor, la avenida – el mundo – va cambiando.
Visto de este modo “Ethel y Ernest” tiene varios niveles de lectura:
– La vida de los padres de Briggs desde 1930 a 1970.
– Un repaso a los acontecimientos históricos sucedidos entre esas décadas desde el punto de vista de una familia de clase baja inglesa.
– Cómo afecta a la vida de ese matrimonio la Historia.
Tras este apunte cabe preguntarse ¿Por qué Raymond Briggs decidió realizar este cómic pasados veintiochos años tras la muerte de sus padres? ¿Homenaje? ¿Nostalgia? ¿Reconocimiento? ¿Oportunidad ante el auge de los cómics autobiográficos?… Solo Briggs lo sabrá pero si cabe plantear que el contenido de un cómic como “Ethel y Ernest” es eterno y al mismo tiempo muy actual, un modo de recordar que la historia se repite… En numerosas casas, ayer, hoy y mañana, hay un Ethel y una Ernest – o dos Ethel o dos Ernest – que se conocen, que se aman, que se compran una casa con una fuerte hipoteca, que su amor progresa y crece al mismo tiempo que se embellece la casa, que a pesar de su condición social uno mantiene las creencias y los pensamientos transmitidos en su cuna y el otro adquiere una conciencia de clase, que ambos observan como a medida que pasan los años existe un progreso tecnológico que hace la vida más fácil pero al mismo tiempo se dan cuenta de que su vida está a expensas de los poderes mundiales.
el contenido de un cómic como Ethel y Ernest es eterno y al mismo tiempo muy actual, un modo de recordar que la historia se repite
De este modo puede indicarse que si bien es cierto que Ethel y Ernest es un libro maravilloso sobre el amor y la búsqueda de la prosperidad; y el homenaje mas bello, más conmovedor, de un hijo a sus padres como se muestra en la contraportada de la edición de Blackie Books, se ha de reseñar que es más que esa posible visión moña. Muestra de ello es que Briggs no presenta una versión edulcorada de sus sus padres ni de cómo veían estos la Historia, de ese modo, a pesar de sus condiciones de vida, Ethel es conservadora, estima a la aristocracia y rechaza al vulgo, llegando a gritar a su marido “¡Nosotros no somos proletarios! “ Y cuando Ernest lee en el periódico que el Mein Kampf se va a publicar en el Reino Unido y “los beneficios se destinarán a la Cruz Roja”, Ethel señala “¡Anda, qué generoso!” Sí, la historia pasada y presente es así.
Para terminar señalar que igual de importante es lo qué cuenta Briggs como el cómo lo cuenta. De ese modo, el paso del tiempo el lector lo lee a través de la serie de acontecimientos que va señalando Briggs: Hitler, comienzo de la 2ª Guerra Mundial, refugios y mascaras antigas, el IRA, evacuaciones, inicio del estado del bienestar, Hirosima, nacionalizaciones, la guerra de Corea…., pero lo observa a través del exterior y el interior de la casa. Está representa el elemento unificador de todo lo que Briggs narra en el cómic, tanto el amor del matrimonio como los estragos de la vida externa, la casa cambia continuamente y junto con ella las habitaciones, el dormitorio, el patio, el peral, Ethel, Ernest y Raymond.
En definitiva, “Ethel y Ernest” es una representación de la vida, con sus alegrías y sus tristezas, con sus certezas y sus contradicciones, con sus emociones y sus dolores, con sus esperanzas y sus descontentos.