El mundo se va por el sumidero….mientras la pandilla basurilla se va de gira.
Braceando en una sociedad distópica, una banda de rock de una liga intermedia local decide realizar una gira conjunta con una artista de dudosa ética laboral. Este es el planteamiento del nuevo trabajo de Don Rogelio J. en su segundo “larga duración”.
Para quienes no lo conozcáis, este artista polifacético dispone de obras muy interesantes, tanto en su faceta como ilustrador, pintor y dibujante, como en el de la música, léase Tumba Swing, Tracahombres…bandas muy recomendables para fans del rock más blues-punkoso-cacharrero, o para amantes de The Cramps o Blood shot Bill, por poner algún ejemplillo).
Tierra Muerta nos muestra cual podría ser el resultado de que la banda Jerusalem Crickets de la novela gráfica Locas de Jaime Hernández, se fuera de gira por los diferentes países reflejados en la novela de George Orwell 1984: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental.
Si ya en su primer trabajo Desde Abajo, empieza a escarbar por la parte más subterránea del rock en un contexto socialmente represivo, en este segundo la temática se solidifica, se centra, y se dramatiza. Mantiene el ritmo vertiginoso que caracterizó su obra anterior, pero ganando fuerza con la espectacular aportación del colorido.
Anécdotas lisérgicas y espatarrantes, con un punto de realismo que cualquier persona que se haya implicado en ese sacerdocio-calvario que es una banda de rock, podrá verse parcialmente reflejado; garitos infectos, promotores poco recomendables, músicos con un morro kilométrico, cansancio, agobios, discusión…en fin, lo mejor de la vida. Son ese tipo de cosas las que hacen que puedas pasar de hablar de “mi banda” con una sonrisa en la boca a “mi último proyecto” con un halo de tristeza en los ojos.
A todos estos problemas se le añade un barniz futurista a través de dos especies de androides; un productor musical de dudoso gusto e inquietantemente metomentodo y un robot tipo Bender de Futurama en versión “looser” cuya única y aparente cualidad es la de vender merchandising y poco más.
Un punto inquietante de esta obra es que estas situaciones, normalmente hilarantes cuando se ven desde la barrera, pueden parecer ridículas si analizamos el contexto social en el que se desarrollan: una sociedad pre-apocalíptica , dividida en varias facciones irreconciliables y separadas tanto en lo social como en lo geográfico, en la que la mayoría de seres humanos no somos más que una especie de abono orgánico cultural y moral, siempre a libre disposición de las élites.
Las peripecias de la banda transcurren como el sendero de una hormiga en el lomo de un elefante: Megaciudades autónomas separadas entre sí por paramos de tierra muerta y sin ley. Ciudades en teoría enemigas pero con objetivos compartidos y una complicidad subterránea inmoral. Además, los problemas de la banda parecen no cambiar según van cambiando de escenario. Es sin embargo durante los viajes entre cada ciudad donde comprendes que a pesar de las penalidades sufridas, la sensación de fracaso no parece hacer mella en los personajes, aunque siempre este presente el dilema de acomodarse en la sociedad o seguir yendo por libre.
Resulta gratificante que, aun teniendo el mundo en contra y según va progresando el viaje, los personajes van ganando en madurez, hasta llegar al punto de aceptar estoicamente las consecuencias de sus decisiones, por dramáticas que sean. Durante toda la historia siempre está presente la toma de decisiones, las dudas existenciales que afectan siempre al mundo del arte; ¿qué dirección tomar? ¿Es mejor “venderse” y vivir mejor, o mantenerse integro?