Les recomiendo que no caigan en mi error a la hora de leer esta obra magna. No se dejen llevar por el impulso y la avidez que provoca su preciosa portada y no se apresuren a devorarlo. Les propongo que empiecen por ir a la última página y traten de recopilar cuantas canciones les sea posible del “tracklist” que ahí aparece. Una vez conseguido escojan una buena butaca, pongan el play y disfruten, porque lo que tienen entre manos no es moco de pavo.
La Fuga es algo así como una biografía musical hecha tebeo; así dicho parece sencillo pero trasladar el ambiente de un musical al formato de historieta es una difícil hazaña. No sé muy bien como -y ahí está la gracia- pero Pascal Blanchet ha conseguido trasladar el ritmo, el desenfreno y el alegre trotar de las primeras Big Bands a través de unas increíbles ilustraciones.
Me vienen a la cabeza muchas cosas, las portadas de discos de jazz de Jim Flora, las ilustraciones de los carteles de las películas de Jacques Tati, los títulos de crédito de Saul Bass, el episodio del Rapsody in Blue de Gershiwn que salía en “Fantasía”, los carteles publicitarios de los años 30, por citar algunas. Si nadie me le hubiera dicho situaría a “La Fuga” y a su autor justo en el contexto al que pertenece su protagonista: Un pianista de jazz que vive en primera persona la primera gran guerra y que en la cruda soledad de sus últimos días recuerda tiempos pretéritos como única vía de escapatoria.
Por si fuera poco la edición está cuidada hasta el último detalle, el papel es como el de los viejos discos de 78 rpms y tan solo se han utilizado rojos y marrones para los dibujos. Por suerte la edición española ha respetado todos y cada uno de estos detalles, cosa que se agradece y mucho.
La estructura narrativa es brutal: hay ilustraciones que ocupan dos páginas enteras y en cambio en otras Blanchet se permite el lujo de dejar una de las dos páginas vacías. El relato es casi mudo con lo cual se subraya el tono musical de la obra. Muchos de los dibujos juegan con la perspectiva e incluso con la geometría; la ilustración del protagonista haciéndose un huevo frito es una auténtica obra maestra.
Estamos ante uno de esos tebeos que provocan aquello que Juanjo Saez llamaba “El Sentimiento Místico”. Cito textualmente parte de la definición de Juanjo Saéz para que quede más claro:”hay determinadas cosas que nos tocan una extraña fibra, que nos hacen vibrar, una curiosa sensación muy común pero inexplicable…”.