En la mitología y en las creencias paganas existe un número nada menor de criaturas temibles, tan poderosas como ominosas, que no son humanas pero tampoco divinas. Desde la Gorgona hasta la Santa Compaña, la imaginación humana ha puesto en nuestro camino a esas criaturas. La antropología será la encargada de explicarnos su importancia social, cultural. En todo caso esos constructos, al menos en parte, reflejan tanto miedos como deseos. Los subliman, en el fondo. Por eso quizá en ocasiones criaturas diferentes pueden poseer un tronco común, porque apelan a un mismo sentimiento, deseo o temor. En Irresistible Mark Wheatley (1954, Portsmouth, Virginia, E.E.U.U.) y Marc Hempel (1957, Chicago, Illinois, E.E.U.U.) han aglutinado a tres de estos mitos, en un contexto de América profunda: la súcubo, el vampirismo y el superhéroe (el mito creado más conscientemente, pues jamás se ha dudado de su naturaleza ficticia).
Irresistible (Breathtaker en el original) es una serie limitada de cuatro cómics publicados por DC en 1990 (en 1994 se recopiló bajo el sello Vertigo). Había leído sobre sus bondades en la ya lejana revista Krazy Cómics, y hubo que esperar tres décadas largas para ver su publicación en castellano. En ese tiempo Mark Hempel ha visto su obra publicada por estos lares, incluso obras tan personales y “difíciles” como Tug & Buster (una de las primeras apuestas de la editorial Astiberri). Personalmente me acerqué a este Irresistible con cautela. ¿Cómo habría sentado el tiempo a una obra tan claramente ubicada en los primerísimos noventa? Dicho de otro modo más cruel: no tenía dudas de la calidad del trabajo de Hempel, apuesta segura, pero temía que el argumento de Mark Wheatley pudiera acusar tics molestos, propios de esa ola renovadora del mainstrean que seguía la estela de la British Invasion de finales de los ochenta.
Noticia: no, Irresistible se mantiene fresca e imaginativa hoy. Posiblemente porque los autores (aquí estamos en un trabajo muy en la honda actual, en la que ambos autores, muy amigos, se involucran en el proceso global, nada de métodos marvels) juegan con conceptos universales, y aquí volvemos al inicio de esta crítica. Chase Darrow, protagonista de la obra, es una mujer tan enamoradiza como, sí, irresistible, a los hombres. Los atrae como imanes al metal, ellos la desean primero y después la aman y ella les corresponde. Pero en ese proceso (propio de la súcubo, o del íncubo), ella les arrebata la vida, muriendo de ancianos en poco tiempo. Esta pulsión es para Chase irrefrenable, una necesidad vampírica. La bella es al tiempo la bestia, tan peligrosa que será perseguida por el famoso superhéroe Puto Amo (sí, se llama así). Y aquí tenemos otro punto interesante. ¿Por qué famoso? ¿Por salvar a gatos de los incendios y a transeúntes de los cacos? ¿Por luchar contra semidioses del espacio? Más bien por todo el merchandising y productos televisivos con que construyen al personaje. Algo que nos suena a, varios lustros más tarde, lo que llevaron mucho más allá Peter Milligan y Michael Allred en X-Statix.
Sumamos la increíble rotundidad del Hempel, entre Kyle Baker y Bill Sienkiewicz (pasados por la animación desbocada de Chuck Jones), su capacidad para crear páginas vibrantes, y, insisto, tenemos una recuperación a reivindicar, con una lectura aún vigente (después de todo quién no ha perdido energías por un amor). Además el cómic incluye intros lustrosas (Gaiman a la portada, que vende) y materiales extra nada despreciables.