Marca sólo los contornos, piensa en Matisse; no esboces, dibuja directamente en tinta”. Este sencillo supuesto que pide Frank Santoro en sus cursos de cómic por correspondencia es el que parece que ha seguido a raja tabla Joe Kessler en sus cómics. Supongo que los cómics de Santoro forman parte del imaginario lector de Kessler, así como el universo sintético de Herriman o la vanguardia cruda que marcaron Mouly y Spiegelman en los 80. Más allá de musas o antecedentes, Le Gull Yettin, consolida el particular estilo del artista londinense, suscitado tanto por la experimentación como por la necesidad narrativa. Le Gull Yettin es un críptido, un ser primitivo y afligido, a la vez gaviota, árbol y humano. Así nos lo describe Kessler al final del libro, al tiempo que nos confiesa que la criatura es cosa de su compañero de oficio, Richard Short.
Los niños ya eran los protagonistas de algunas de las historietas que recogía en su antología Windowpane (4 grapas y un recopilatorio con inéditos en Breakdown Press). Con el tiempo, Kessler ha ido prescindiendo del texto hasta llegar a este trabajo de más de 200 páginas donde abandona del todo el recurso textual para centrarse en la gramática de la imagen y la composición cromática. Y es que el color juega un papel importantísimo en la narrativa de este autor.
Hay mil formas de contar un libro de Joe Kessler. Para disfrutar de la lectura de sus obras, debe entregarse a una paleta de colores desacostumbrada, un trazo impulsivo y una narración loca y enigmática. Sus historias transcurren en un universo que nos resulta familiar, aunque vibra una eteridad mágica.
The Gull Yettin representa el espíritu de una gaviota, un niño y una mujer. En la historia hay una casa en llamas, un viaje en barca que recuerda al de Creonte por el río Estix, un viaje en tren -¿homenaje al Kisha Ryokou de Noboru Oshiro?-, una venganza, un grupo de niños, un desayuno a negra noche, un entorno esotérico, crueldad y sensibilidad.
Ya sea con rotuladores, lápices, pinceles o computadora, Kessler mezcla técnicas de manera expresionista y concupiscente, ya sea para dibujar un partido de fútbol en el patio de la escuela, o un reflejo de una locomotora en el agua, una puesta de sol encarnada o una explosión en medio de la oscuridad o una fauna ajena a la acción. Le Gull Yettin es una balada sensorial y cautivadora. Un festín y una prueba más de la palmaria calidad del cómic silente.