El impactante retrato de un joven Marlon Brando que abre esta recopilación no es una casualidad, como tampoco lo es que el libro se cierre con otro retrato del mismo Brando, años después, envejecido, gordo y con la mirada entre perdida y desolada. El rostro arrugado, la mirada sin brillo y la deformada fisonomía del protagonista de la fundacional película “Salvaje” resultan ser una perfecta alegoría de la decadencia americana, que es el contexto en el que se mueven los desolados protagonistas de Abandoned Cars.
Un maniaco depresivo que dialoga con su cuchilla de afeitar, un perdedor con dejes de voyeur que espía a su ex-mujer e hijo a modo de castigo emocional, un polizón que atraviesa Estados Unidos en vagones de trenes de carga en busca del glorioso espíritu americano de épocas pretéritas. Por poner algunos ejemplos del catálogo de perdedores que protagonizan esta colección de historias.
Los personajes de Tim Lane han intentado sobrevivir al sueño americano, pero a duras penas pueden sobrellevar el peso de su propia conciencia.
Viven en algo así como el reverso oscuro del ambiente que predominaba en American Graffiti de George Lucas. Dibujados con la cruda precisión de un fisionomista sin compasión, con un estilo a medio camino entre Daniel Clowes y Charles Burns (cogiendo los más crudos aspectos de ambos autores, para que se hagan una idea) Lane borda con este su primer asalto en formato largo su objetivo: remover entre los escombros del naufragio y sacar a la palestra una colección de personas humanas en pleno estado de abandono.
El único inconveniente que suscita la lectura es quizá el abuso del soliloquio y del diálogo interior lo que hace de la misma un ejercicio denso; aunque la marginalidad (social o intelectual) que predomina en todos los personajes justifica con creces el hecho de que en la mayoría de los casos estos prefieran hablar con ellos mismos que entablar cualquier tipo de conversación.
Abandoned Cars ha suscitado toda clase de elogios y ha aparecido en más de una de las típicas listas de lo mejor del año en E.E.U.U.. No es de extrañar porque si algo produce esta obra es de todo menos indiferencia; el realista y descarnado estilo gráfico de su autor sacude cual patada voladora.
Esperemos que pronto algún editor avispado se decida a traducir la obra al castellano porque todo apunta a que el nombre de Lane tiene muchos números de ingresar en la misma nómina que los Tomine, Burns, Clowes y compañía.