Estoy maravillado con este Kamen Rider que ha empezado a publicar la editorial Ooso. Me lo comentaba Javier Marquina no hace mucho: “es un manga que te lo pillas por su valor histórico y cuando te pones a leerlo lo gozas automáticamente como algo actual y trepidante”.
Teniendo casi cincuenta años y un desarrollo argumental de sobra conocido, sus páginas son frescas, potentes y dinámicas.
Kamen Rider se publicó como un subproducto de la serie de televisión, pero leyendo el manga se advierte que el maestro no lo enfocó como un trabajo menor, sino que estudió explotar al máximo sus posibilidades. Por ello, el Kamen Rider del manga es más oscuro, más nocturno. También muy intenso. En su trasfondo de avatares animales “totémicos” conecta con la tradición superheroíca americana. No es difícil ver en el protagonista una suerte de Bruce Wayne. Y los diseños de los villanos son la excelencia en la representación de Mal.
Pero el plato fuerte de Kamen Rider es su narrativa de acción. Ishinomori hace gala de tal variedad de recursos narrativos para las persecuciones y el combate que este volumen parece talmente un manual de idems. La espectacularidad de un suceso Lo siniestro en la aparición del villano. La refriega violenta entre dos contendientes. Ishinomori sabe utilizar la composición más oportuna para cada escena y los encuadres perfectos para ensalzarlo todo como algo único, intenso. Así, un salto se convierte en EL SALTO. Un golpe se convierte en EL GOLPE. No hay acciones superfluas en Kamen Rider.
Fans de los superhéroes, dadle una oportunidad porque aquí vais a encontrar vuestro género en estado puro.