De pocos historietistas se puede afirmar que han creado por sí mismos, grosso modo,  un género completo. Ese es el caso de Joe Sacco (Kirkop, Malta, 1966) quien – a partir de precursores como el pintor de la vida moderna, Constantin Guys, o sus contemporáneos como Harvey Kurtzman y ciertos dibujantes del underground – aplicó al Noveno Arte el discurso documental del periodismo para ofrecer en sucesivas entregas reportajes sobre conflictos políticos como la disolución de Yugoslavia o la ocupación de los territorios palestinos. Sobre estos acontecimientos Sacco ejerce de testigo presencial – aquello que los griegos llamaban histor, origen del término Historieta- aplicando al Cómic un método típico de la antropología social y cultural: la observación participante.

Su última novela gráfica es una conclusión lógica de este proceso. Si sus anteriores trabajos ya apuntaban hacia el problema de la soberanía – sea como desintegración del Estado u ocupación colonial – este Tributo a la tierra ataca directamente el corazón del motivo que desde, al menos, el Leviatán de Thomas Hobbes ocupa a la teoría política moderna: la evangelización de los “primitivos”, la destrucción de los pueblos “sin Historia” que – como la etnia Dene protagonista de este volumen – carecían de escritura hasta toparse con la “civilización blanca”. Un fenómeno aparentemente lejano en el tiempo pero que – como demuestra el autor – continúa operando casi con la misma crudeza en nuestros días. Por supuesto, Joe Sacco proporciona un trabajo de restitución, una orfebrería fina a la altura de la magnitud de esta tragedia presentando, no lo duden, el mejor cómic que en este anómalo 2020 se publicará en nuestra casa y cloaca común: el planeta Tierra.

 

El telón de fondo en este nuevo proyecto de Sacco pasa evidentemente por la protesta que el movimiento ecologista y los pueblos afectados desataron a partir de 2015 contra el oleoducto Keystone XL entre la ciudad estadounidense de Houston y la provincia canadiense de Alberta, un símbolo de la lucha contra el cambio climático y las energías fósiles, finalmente aprobado por Trump en 2017. No tan conocida ha sido la lucha que aborda aquí el autor contra otra inmensa tubería, el gaseoducto Coastal GasLink que une la ciudad de Dawson Creek, en la costa del Pacífico, con el municipio de Kitimat, ambos canadienses. Esta crítica al capitalismo extractivo y al  fracking sirve de puerta de entrada para una reflexión global sobre otra fractura, la causada por el “progreso” sobre los pueblos indígenas, autodenominados Dene, que se extienden por las regiones boreales y árticas al Oeste de Canadá, desde la Columbia británica hasta el Yukón a través del río  Mackenzie.

Sacco no deja una arista por pulir del manual de doma y castración, tantas veces aplicado: los perversos tratados de expropiación colocados para su firma a los indígenas sobre los que se levantaría una disciplina completa, la sociología de los textos;[1] la ruptura de la transmisión intergeneracional con el objetivo de normalizar a esta población; los campos de concentración infantiles bajo escusa educativa y salvífica; el misterioso origen de la plaga autóctona de abusos sexuales a menores; el alcoholismo y las drogas como refugio ilusorio frente al trauma… Recordemos que, entre los dos y los doce años, Sacco creció en Melbourne, Australia, un país donde la población aborigen sufrió este mismo proceso al pie de la letra. En su recuento, Sacco se aparta explícitamente del tropo rousseauniano sobre la pureza e incorruptibilidad del buen salvaje como cuando, por ejemplo, un Dene apunta lo obvio: intente usted mismo cagar al aire libre con veinte grados bajo cero. Por igual, el autor cuestiona aquí su propia inocencia como observador imparcial: “al fin y al cabo ¿cuál es la diferencia entre una compañía petrolera y yo? Ambos hemos venido a extraer algo”.

El tema de Joe Sacco tiene más que ver con el núcleo material de la Historieta de lo que aparenta, una pregunta nos asalta de inmediato ¿qué lugar ocupa, si alguno, el Noveno Arte entre la cultura oral y la escrita? Basta recordar la importancia que se ha dado históricamente a la incorporación de los globos en el Cómic[2] ¿Serán las viñetas un paso intermedio entre lo sensible y lo inteligible como defendía John Locke, filósofo del contrato social mencionado en este Tributo a la tierra?[3] Obviamente, tal afirmación solo se sostiene desde una perspectiva evolucionista y logocéntrica, tan altaneramente difundida por la cultura “occidental”.

 

Este libro es un verdadero compendio de los conflictos nacional-populares frente al modelo estatal e imperial de la soberanía

 

Estas disquisiciones en apariencia estratosféricas condicionan la puesta en página de Un Tributo a la tierra, obra maestra diez años posterior a la última entrega de Joe Sacco con esta envergadura: Notas al pie de Gaza. Entre ambas, en 2013, el dibujante maltés publicó La Gran Guerra, un desplegable de siete metros sobre la batalla del Somme empleando el procedimiento conocido en Historia del Arte como narración continua que – frente a la segmentación del espacio en viñetas – presenta una sola escena con diversos momentos sobre un decorado invariable, facilitando el recorrido del ojo sobre la página sin la brusca interrupción del espacio en blanco entre los cuadros (fig. 1). Este flujo de lectura – por así decir: orgánico, frente a la estricta geometría de una rejilla – permea también el nuevo trabajo de Sacco, cuyas viñetas suelen ocupar el ancho completo de la página, a menudo sin enmarcar, presididas de común por otra de sus marcas personales: el rostro humano en primer plano frontal (fig. 2). La intención tras este procedimiento estilístico salta a la vista: intentar restituir la fluidez del discurso verbal directo, la presencia del testimonio oral de sus informantes.

El método de la narración continua supone, frente al montaje, un cierto equivalente para la Historieta del plano-secuencia del Cine, un recurso que identificó a buena parte de los movimientos vanguardistas del Séptimo Arte durante la segunda mitad del siglo XX, como el neorrealismo. Pero, igualmente, se inscribe en una tradición teórica evolucionista – la Escuela de Viena de Franz Whickhoff – donde mediaría, por un lado, entre la imagen completa simultánea y, por otro, la secuencia de viñetas rígidamente organizada por la elipsis narrativa, camino de la escritura. En suma, algo siempre se intercambia, algo se gana y algo se pierde al intentar trasladar la supuesta experiencia de nuestros orígenes, ese vínculo con la madre tierra y su lengua “materna”, por ejemplo, en la imposible traducción de la anfibología Paying the land – comprar y honrar la tierra al tiempo – irrestituible en castellano.

 

 

En su último número, la prestigiosa revista The Comics Journal discute sobre la necesidad y vigencia del Cómic político, donde despunta brillantemente Joe Sacco.  Si, entre sus allegados, alguien se atreve a comparar los pueblos nómadas con el flujo desterritorializador del capitalismo, diríjale a este libro, un verdadero compendio de los conflictos nacional-populares frente al modelo estatal e imperial de la soberanía. Hacia el final de Un Tributo a la Tierra, el dibujante se pregunta, tras visitar una mina de oro abandonada, por el subproducto de sus residuos, allí enterrados: “¿Cuál es la cosmovisión de un pueblo que ni reza ni da las gracias, que arrebata a la tierra todo lo que desea y paga su deuda con arsénico?”

[1] McKENZIE, D.F. (2005) “La sociología de un texto: cultura oral, alfabetización e imprenta en los primeros años de Nueva Zelanda” en Bibliografía y sociología de los textos Madrid: Akal, pp. 93-118.

[2] GLAUDE, B. (2019) La Bande Dialoguée: une histoire des dialogues de Bande Dessinée (1830-1960) Tours: Presses universitaires François-Rabelais.

[3] HARGUINDEY BARRIO, B. (2017) “La proclamación del gobernador Davey. Historieta y contrato social durante la guerra colonial contra los aborígenes australianos” en Sans Soleil, 9, pp. 168-195.  Disponible online en: http://revista-sanssoleil.com/wp-content/uploads/2017/09/Harguindey.pdf.