Llevo ya muchos meses hablando sobre Conxita Herrero casi cada día. Es ridículo todo lo que hablo de ella y de sus cómics y fanzines. Entre mis amistades ya hay quien se ríe de mí, pero otras personas se han sumado a esta especie de secta en la que he convertido mi relación con cada una de sus páginas. Estoy convencido de que el resto acabarán cayendo porque Conxita Herrero es la mejor. Acaba de publicar uno de los tebeos más emocionantes que he leído en tiempo –“Gran bola de helado” (Apa Apa, 2016)- y mientras tanto, debe haber publicado varias decenas de fanzines donde simplemente escribe lo que le sale con un rotulador sobre papel blanco. Esos fanzines son textos sin filtro, donde la escritura automática se pregunta constantemente qué narices está haciendo entre frases brillantísimas donde la cotidianidad se desdibuja e ideas que uno querría estar compartiendo todo el día.
Envié estas preguntas por email a Conxita sintiendo que la conocía mucho por todas estas razones y, claro, se me fue de las manos: Le puse unas explicaciones larguísimas entre paréntesis en cada pregunta, contándole sobre la epifanía que para mí supuso encontrar el primer fanzine, apuntando alguna de mis teorías idiotas sobre los dibujantes que llegan al cómic a través de la ilustración… Os ahorraré esto. Lo explico por puro contagio, y porque sus respuestas son tan generosas que me sentía un poco en deuda, pero ya paro.
¿Qué usas para dibujar?
Para dibujar uso papel Basik (el de las láminas de dibujo técnico) que es un poco más bueno (creo que hay que invertir un poco en eso), hago el dibujo con lápices de minas de colores y lo repaso con un rotulador calibrado del 0.7 o del 0.8. También siempre, al dibujar, uso reglas de círculos y de elipses, y escuadra, cartabón, compas y todo eso, mis reglas me ahorran muchos dolores de cabeza, están siempre ahí para ayudarme.
Para los fanzines de letra uso un montón de paquetes de folios normales y Eddings, 1200 o 1300, depende de lo enfadada que esté. Todos los rotuladores que compro nunca son suficientes para tener de reserva. Normalmente cojo un taco de papeles en blanco y empiezo a escribir por la portada y termino por la última página, va en orden. Lo que pasa es que cada vez que empiezo a hacer algún fanzine de ese tipo me doy cuenta de que estoy ahí otra vez encima de la mesa con el rotulador en la mano y un montón de papeles haciendo lo mismo de la última vez, y es como, vaya, otra vez aquí, como la última vez.
¿Recuerdas el primer cómic que leíste? ¿En qué momento pensaste que ese podía ser tu método de expresión?
Yo siempre había dibujado y hecho cosas, pero no era lectora de cómics. Imagino que era algo que no me interesaba ni me llamaba la atención, lo relacionaba con cosas de chicos y superhéroes, era un campo que no tenía desbloqueado. No recuerdo exactamente el primer cómic que leí, pero sé que a raíz de buscar concursos de cómic (buscaba concursos porque había leído en un artículo que Mireia Pérez había ganado pasta en un premio de cómic, y aunque como te decía yo no había hecho nunca cómics ni había leído cómics, en aquel momento me vi muy capaz de presentarme a un concurso y hacerme rica con el primer premio) fui a parar al de Ciutat de Cornellá, y me puse a ver la gente que había ganado en los años anteriores, para ver por dónde iban los tiros, y sé que me llamaron la atención unos más que otros, recuerdo uno de Néstor F, otro de Alexis Nolla… Había más pero ahora no me acuerdo. Entonces, quería leer más cosas y empecé a investigar por internet los que más me habían gustado. Un blogspot llevaba a otro y así me encontré con Pau Anglada y Marc Torices y las “Cultura del Duodeno”, porque tenían algún número online. Yo ya sabía lo que eran los fanzines, había hecho alguno pero no era consumidora, y tampoco sabía que había fanzines de cómic. Me parecieron geniales (me lo siguen pareciendo) y ahí como que me piqué, pensé que yo también quería hacer eso. Bueno, a mí me gustaban más unas historias que otras; por ejemplo, yo me sentía realmente mal en las que había más humor negro y se reían de todo el mundo. Me gustaban más las de Alexis porque era al que mejor toleraba. Ahora entiendo mejor ese humor, comprendo mejor el código, pero recuerdo que al principio me costó entrar, tanto en las historias como en el tipo de humor. El dibujo de Marc Torices como que no me entraba tampoco… Te lo prometo. O sea, yo no me daba cuenta de nada porque para mí era un mundo desconocido. Daniel Clowes al principio, sin haber leído nada, era como que no me interesaba, pensaba, “¿para tanto será lo de este tipo, que está todo el mundo tan obsesionado?”, por el dibujo, o no sé, tanta letra, y luego Chris Ware, como que pensaba “vaya dibujos más pequeños todo condensado, esto es imposible de leer…” Luego en cuanto los descubrí fue como que no me lo podía creer, porque eran brutales, pero es que yo al principio no lo sabía. Y traté de copiarlos, yo quería dibujar como Daniel Clowes, pero es imposible, no sé cómo lo hace y nunca lo sabré. Y así más o menos es la historia, yo entonces tenía 18 años y acababa de llegar a Madrid, iba a librerías y compraba el cómic o el fanzine del que más me gustaran los dibujos, o que menos me costara leer, pero sin saber lo que estaba comprando. A Joost Swarte, por ejemplo, lo descubrí así, aunque me costó un poco, lo compré por el prólogo de Max, que hablaba de él con tanto entusiasmo, y a Gabrielle Bell, el que tiene de historias cortas, “Cecil and Jordan in New York”, ese fue un gran descubrimiento, o los tres fanzines del “Virus Tropical” de Powerpaola. Ahí ya empezaba a estar como decidida a que tenía que aprender a dibujar cómics o a generar historias, pero tampoco sabía por dónde empezar, y pensé que estar en un fanzine colaborativo me obligaría, y justo leí un artículo en no sé dónde que explicaba lo que era el “Qué Suerte”, pensé que era una historia muy guay y escribí para pedir si podía participar, pero es que mi colaboración en el “Qué Suerte” era el segundo cómic que yo hacía en mi vida -el primero era el del concurso- Olaf me dijo que sí y para mí fue como si me dieran el Nobel, llamé a mi madre, que el del “Qué Suerte” me ha dicho que sí, me hizo comprar cinco copias del fanzine, a la presentación vinieron todos mis colegas, mi padre, amigos de mi padre… Para celebrar que había colaborado con dos páginas en el “Qué Suerte”. Ahora así dicho es como de coña pero cuando pasó fue real.
Y entonces sólo hacía cómics para participar en fanzines colaborativos, y me sentía muy incómoda porque era algo que no dominaba, yo prefería mil veces hacer mis fanzines de poemas o cosas de texto, pero a la vez iba descubriendo el cómic por el otro lado, y le cogí el gusto. Leí cosas que me sorprendieron mucho. A Olivier Schrauwen lo recuerdo como un súper descubrimiento, pensé “uau”, y Bendik Kaltenborn, Sammy Harkham… Además también descubrí el “Pulir” de Nacho García (los cómics de Nacho García al principio casi no los podía leer porque me parecía hacer un esfuerzo demasiado grande), y al ver el “Pulir” fue como que me enamoré locamente de esa manera de contar cosas. También descubrí a David Shrigley, que me pareció buenísimo y divertidísimo. Estoy hablando demasiado siempre hago lo mismo.
¿Cuántos fanzines has hecho en el último par de años? ¿Qué significa para ti hacerlos?
En el último par de años he hecho muchísimos fanzines, precisamente es cuando más fanzines he hecho en mi vida y creo que no puedo contarlos porque son demasiados. Hacer fanzines es una de mis maneras favoritas de comunicarme, bueno, eso ha sido injusto, porque a mí la comunicación me gusta en todas sus vertientes, y me parece increíble cuando la gente se entiende, o que la gente se entienda. No sé si termino de estar segura de por qué lo he hecho, sé que ha sido porque lo he necesitado; pasó -hace algo más de un par de años- una cosa con un colega mío que se murió porque se suicidó, yo estaba muy triste y fue como que exploté y sentí la necesidad de soltarlo todo. Al principio era raro porque yo antes no practicaba tan salvajemente esto de soltarlo todo, pero me di cuenta de que al hacerlo me sentía mejor y que luego, una vez expuesto, tampoco era para tanto, y me salvó la vida, y empecé a encontrarme un poco mejor, y ahora un poco se ha convertido como en mi manera de decir las cosas que me dan miedo o sobre las que quiero hablar. Y como mientras hago fanzines estoy yo sola en mi casa delante de mis papeles lo puedo decir. Hablar desde esa tranquilidad de mi casa no me asusta, y luego cuando saco las copias es como que prefiero no pensar en el vértigo que da que otro lo lea, (si lo pensara no lo sacaría) porque confío, sé, que lo mejor será que saque copias y lo enseñe.
Para mí los fanzines de letra y los comics son un poco lo mismo, es complementario, los fanzines son más algo que tiene que ser ahora y donde me siento muy cómoda, y los cómics son como algo que he de pensar mejor y donde me siento con menos herramientas y más carencias, entonces es estimulante a ver cómo lo soluciono porque ha de durar más tiempo y quiero que quede bonito y no puede ser tan rápido, prefiero pasar vergüenza por un fanzine que por un dibujo, aunque luego paso vergüenza siempre.
Soy muy consumidora de fanzines, me encantan los fanzines que hace María el Problema, hace muchísimos y toda su obra me encanta, todos los “Welcome” de Javier Lozano, los “Persona” de Ane Zaldibar e Inés Sanchez, los “Chuck Norris” de Pol Rodellar, todo lo que edita Enrique Doza, el “Bravas” de Tania Terror y Mar Cianuro, los “Bulbasaur”, los “Archivos de Beauvoir”, los fanzines de Toni Junyent, los de Roberto Massó, los de Andrea Ganuza (los colaborativos y los otros), los de Hola Ediciones, y cualquier fanzine donde haya temas que me interesan o gente que me interesa o salgan cosas que me emocionen.
En “Gran bola de helado” recuperas una historieta antigua, “Relacionarse”, ¿Por qué esa?
A esa historia le tengo mucho cariño porque ahí empezó un poco todo lo del libro, la hice para VICE a finales del 2014 y fue el primer cómic por el que me han pagado dinero del que se intercambia por cosas de verdad, y poco después de esa historia, a principios del 2015, fue cuando me escribieron para publicar, así que supongo que por eso nos pareció bonito incluirla en el libro, algo parecido a devolverle a la historia el favor. El resto de historias del libro son posteriores a esa, pero supongo que en la línea, porque de hecho al principio del todo el libro iban a ser historias cortas también pero sobre un fondo de un solo color, como “Relacionarse”. Al final la cosa se lió.
Pese a ser un comic con historias independientes, el comic se lee con un hilo narrativo extraño, con una sensación de irrealidad pero sin darte mucha cuenta de los cortes.
No fui muy consciente de que aquello tenía que tener un orden hasta ya tener casi todas las historias hechas. Yo iba haciendo historias cortas y las iba metiendo en una carpeta, iban a ser cien páginas de historias cortas (y cien sin contar la de “Relacionarse”, si no me desconté), pero luego pensamos en hacer algunas ilustraciones para separar unas historias de las otras, y luego se nos ocurrió meter algunos textos. A mí eso me apetecía mucho porque para mí los textos son importantes y me tocan mucho, y siempre que descubro un texto nuevo que me gusta, -algo que me pasa mi amigo Toni que tiene un don, o algo que me enseña mi madre que le ha emocionado-, es como que se lo quiero enseñar a todo el mundo. Y Toni Mascaró me decía a todo que vale. Al principio iban a ser texto normal, mecanografiado, pero no terminábamos de verlo claro, y luego Toni y Sergi hicieron el clic y me propusieron integrar los textos en ilustraciones y la cosa se nos descontroló. Al final ya estábamos por maquetar y yo no sabía por dónde empezar para ordenar historias ilustraciones y textos, además tenía libertad total. Pensé que lo mejor sería tratar de hacerlo lo más cronológicamente posible, no en orden de realización del dibujo sino en el orden en que han ido pasando las historias en la realidad. Las primeras historias del libro son de Madrid, del invierno y de la primavera, y las últimas historias son más del verano y del otoño en el Prat, más o menos. Pero ha sido un trabajo conjunto, Toni y Sergi tuvieron mucha paciencia, y me guiaban porque yo soy bastante cutre. Ellos tenían permiso para mover lo que quisieran para encajar el libro, yo confiaba totalmente en que ellos lo cuadrarían perfecto y conseguirían que quedara decente, y ellos me dejaban a mi hacer lo que me diera la gana. Además yo me retrasaba, y le decía a Toni Mascaró cosas como “mañana te lo mando” o “la semana que viene lo tenemos” y luego “al final no me va a dar tiempo” y él me contestaba cosas como “tranqui guapa” o “no te preocupes de nada” y claro así es un gusto.
Me da la sensación que incorporas muchas cosas de tu vida real en los cómics, aunque no sean autobiográficos necesariamente, ¿es así?
Lo único que sé contestar a esto es que todo lo de los cómics es de verdad porque si no, no sabría cómo dibujarlo. Julia, mi cama, María el Problema, el Smoke y mi madre (mi madre es la que habla sin parar en “Los Castillos”; en verano mi madre y yo tenemos un planazo que se repite: por las tardes primero vamos al Caprabo a hacer la compra y luego a tomarnos una cerveza a alguna terraza). Creo que tengo mucha suerte porque estoy rodeada de unas cosas súper estimulantes y sólo me dan ganas de dibujar para que estas cosas que me rodean queden retratadas en algún lugar. En plan “indexar todo esto”. Creo que si alguien se dedica a estudiar todos los espacios del cómic podrá vivir mi vida como si fuera yo y no se equivocará de interruptor cuando quiera encender la luz del pasillo de mi casa.
Hay una constante en tus cómics y fanzines que suele salir bastante, y es la comunicación online: enviar mails, esperar mensajes, esta especie de cosa fragmentada y frustrante que tiene la tecnología. ¿Cuál es tu relación con los móviles e internet?
No me había dado cuenta de que el uso de la tecnología fuera algo destacable en mis dibujos, pero claro, es algo que, por lo menos en mi vida y aunque no sea algo guay, está ahí todo el rato. Bueno, yo soy bastante torpe con la tecnología en general, aunque una vez conseguí descargarme el pack de Adobe en una sola tarde y me sentí muy jefa. Hago mucho uso del móvil y del ordenador, me encanta hablar por teléfono y mandar notas de audio, necesito hacerlo porque siempre necesito hablar mucho con todo el mundo, que me resuelvan algunas dudas o contarles las cosas que han pasado, me parece divertidísimo. Desde que descubrí los selfies me gusta mucho que la gente mande selfies, o mandarlos yo. Era algo que al principio no me gustaba y me daba mucho pudor, pero Alejandra Pastrana me contó que ella y un colega suyo se los mandaban recién levantados, y me pareció precioso. Tampoco es que sea una loca de los selfies, además siempre suelen ser en la intimidad. En los últimos tiempos he aprendido que no hay tanta diferencia entre selfie y fototetas. Me parecen dos opciones buenísimas de mandarle un cariño a alguien, siempre que no sea invasivo, claro. Las fotopollas creo que no me gustan tanto, no es que me hayan mandado muchas en mi vida, quizás una o dos, pero siempre han estado fuera de lugar, han sido como agresivas. En cambio las fototetas que me han mandado han solido estar muy acertadas, como por ejemplo en un grupo de Whatsapp, alguien se queja de que si sus tetas son feas y otra le manda un fototetas en plan venga tronca seguro que son preciosas. O fototetas de chicos, esas también son estupendas. El skype por ejemplo también me gusta mucho, hago un montón de skypes con María el Problema, y últimamente he descubierto Snapchat, que me flipa. Quiero decir que hacemos uso de la tecnología para comunicarnos nos guste o no, y es un canal que genera problemas y soluciones como cualquier otro. O sea, antes de que me desvíe otra vez: la tecnología está ahí esperándonos detrás de cada esquina desde la primera hora de la mañana y con el primer destello del alba.
¿Crees en los superpoderes?
No es exactamente que crea en los superpoderes, que por otro lado sí, creo que los superpoderes mueven el mundo. Ya sabes, las cosas que parecen magia, las casualidades increíbles y todo eso, cuando parece que conectas un extremo del cable con el otro y en un momento de lucidez entiendes todo y piensas que ya lo has pillado, y luego nada, claro. Cuando era pequeña tuve experiencias con fantasmas, cantantes de ópera, etc, y mi madre es un poco bruja, se anticipa a las cosas que van a pasar, tiene una sensibilidad muy especial que a mí me encanta y me inspira mucho, pero seguro que si ahora -en la actualidad- existieran las quemas de brujas mi madre tendría todos boletos. Mi padre también lo es, es muy intuitivo, y también es muy sensible, una vez pensó que había inventado el hiperrealismo y luego se enteró de que existía Antonio López, esto parece mentira pero es verdad, o por lo menos en mi cabeza funciona así. A mi padre le encanta “Pedro Páramo”, que es un libro realista pero con fantasía, y parece un sueño o un viaje extraño, y a mi madre le gustan mucho los cuentos, que también es parecido… No sé cómo explicarlo pero lo que me pasa con los superpoderes es algo parecido a que me enternecen; imaginar que algo ocurre y hacer como si ocurriera me hace sentir muy cómoda, y es como que equilibra un poco la balanza de las cosas tristes y el mundo despiadado, la soledad devastadora, etc.
Has participado en fanzines y colectivos feministas como el Bulbasaur o Hits With Tits. Además de participar en estas historias ¿Cómo crees que se filtra el feminismo en tus cómics?
Soy feminista y hago un esfuerzo todos los días por ver las cosas desde una óptica feminista. Algunas veces si estoy baja de defensas o si veo una peli así ñoña, se me olvida que soy feminista, y todo lo bien que me siento en el feminismo se me va al carajo, aunque esto cada vez me pasa menos. Por eso digo que “hago un esfuerzo todos los días por ver las cosas desde una óptica feminista”; para que no se me olvide, porque es muy fácil empezar a sentirse mal otra vez por cualquier tontería como “este pelo aquí” o “esta teta más grande que la otra” o “esta persona a la que estoy aislando”. Ese pelo está muy bien ahí y esa teta más grande que la otra también está muy bien ahí y esa persona a la que estoy aislando también está muy bien ahí sin aislar. De modo que igual que hago un esfuerzo por ser crítica en mi vida real, lo hago a la hora de ponerme a dibujar. Si dibujar es mi manera de contar las cosas y dibujando puedo dar visibilidad a todas esas situaciones súper chungas con las que convivimos o puedo dar visibilidad a todas esas mujeres que ni estamos representadas ni nos sentimos representadas porque no entramos dentro del canon, pues mucho mejor: me gusta mucho y me empodera, y creo que está bien que esto ocurra (que una persona piense sobre esto y decida incidir) para que las chicas nos sintamos mejor, que ya llevamos suficientes siglos jodidas. Una de las partes que me gustan mucho y me relajan de haber hecho el cómic, (entre muchas otras, evidentemente) es que si una niña ve que ese cómic lo ha hecho una chica rápidamente se le abrirá la opción de “soy una chica y puedo ser dibujante de cómic si quiero”. Esto parece una tontería, pero a mí no se me ocurrió que yo también podría hacer cómics hasta que no supe lo de que Mireia Pérez había ganado un premio dibujando cómics. Hasta entonces lo asociaba a cosas de chicos que no tenían nada que ver conmigo. Ya sé que parece una tontería, precisamente por eso no lo es, es alarmante que parezca una tontería. Y bueno ya sé que no tengo que dar explicaciones, pero desde que soy feminista todo es mucho mejor, puedo comer helados cuando me dé la gana, puedo ir a la playa aunque no me haya depilado las ingles, no tengo que esperar a que el tipo que me gusta me diga de quedar (puedo ser yo la primera en proponerlo), puedo decirle a alguien en la cama que ahora esto me apetece y ahora esto no me apetece, incluso me miro al espejo y pienso “estoy estupenda”. Parece una tontería pero NO. Y todas esas ventajas solo con hacerme feminista. Te lo prometo.
Hay un momento de tu cómic en que aparece alguien leyendo “Escondite” de Alexis Nolla. Sé que te gusta mucho. ¿Qué nos puedes contar de él?
Bueno, a Alexis Nolla -como siempre- le va a dar vergüenza leer esto, siempre lo pongo en este tipo de aprietos, me sabe mal pero es la verdad, y yo como fan soy horrible porque lo predico a los cuatro vientos “¡…esta persona es buenísimaaaa…!” o “¡…esta canción es algo increíbleeee….!”. También es que yo soy un poco exagerada. Como te contaba antes, yo al principio, de los poquitos dibujantes que conocía, sólo toleraba a Alexis Nolla, entonces es en el que más me fijaba y del que más me he copiado, porque me parece genial. Pensé que tenía que homenajearlo en el libro, porque el “Escondite/La isla del diablo” es de los primeros cómics que tuve en propiedad, y ese libro lo he leído muchísimas veces. Me parece perfecto y siempre que conozco a alguien nuevo se lo presto (tenía dos copias, una para leer y otra para guardar; una de esas dos copias la regalé hace un par de semanas -porque la ocasión lo merecía y porque hay que practicar el desapego- así que ahora ya sólo me queda una). Así que por eso le dediqué una doble página. A Alexis por no haberse enfadado conmigo nunca por haberlo copiado -lo lleva con mucha entereza- y al “Escondite/La isla del diablo” porque es el mejor tebeo del mundo. Me gusta mucho Alexis Nolla porque sintetiza perfecto (y cada vez mejor, es increíble) los cuerpos de los personajes, la ropa, las expresiones, los espacios… y es todo tan limpito y tan fácil de leer. Ves una viñeta y no puedes evitar leer el cómic entero. Y me parece muy divertido y muy inteligente, muy medido… no lo sé. Si tuviera acciones estarían todas apostadas en Alexis Nolla. A mi madre a veces le rallo mucho la cabeza con este tema, como si Alexis fuera mi enemigo o algo, y le pregunto que qué dibujos le gustan más, los de Alexis o los míos, y una vez en una cosa concreta me contestó que el de Alexis y fue un drama. Quiero que Alexis viva muchos años para poder leer todos los cómics que haga y poder seguir copiándolo. Ya paro porque es muy tímido y esto no le debe estar gustando nada.
Y para acabar: ¿sueles escuchar música mientras dibujas?
Sí, casi siempre escucho música mientras dibujo, aunque me cuesta atender a las dos cosas porque la multitarea se me da un poco mal. Estos últimos días estoy escuchando mucho a los Manel porque tengo un colega que se llama Pol al que le flipan. A mi también me gustan pero Pol es un apasionado. Normalmente escucho muchas cosas; no sé mucho de música y mi amigo Gabri siempre me aconseja. Gabri me descubrió a Kings of Convenience o al Señor Chinarro. Me gustan Lorena Álvarez y su banda municipal, Albert Pla, el Niño del Almadén… Hace poco descubrí a Maria Arnal y Marcel Bagés, me parecieron preciosísmos. Cuando no sé qué me apetece pongo a Nacho Vegas o a María Dolores Pradera. También hay unas chicas muy buenas que se llaman Wanda Y La Mujer Pantera y que hacen punk y son buenísimas. Estos días tengo en bucle la de “New Slang”, de The Shins. A veces cuando estoy muy enfrascada oigo de fondo a Pepe Rubianes despotricar. No sé, siempre que hablo de lo que oigo me quedo con la sensación de no haberme explicado.
¡¡¡Presidenta!!!
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Estoy enamorado <3
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