Nos llega tarde, como suele pasar con todos los cómics de autoras vinculados al underground o al alternativo. Querido Callo sirve al menos como un reconocimiento póstumo en España a la que fue una de las pioneras del cómic autobiográfico. Aline Kominsky-Crumb (1948 Long Beach, Nueva York, E.E.U.U) empezó a hacer sus páginas muy influenciada por los cómics de Binky Brown. Con eso y con cierta imagineria de los cómics románticos, empieza a desnudarse ante el lector a través de su protagonista “el Callo”. Busca así atribuirse rasgos de “personaje”, como hizo también su marido Robert Crumb, vistiendose de iconicidad mientras cuenta cada una de sus vicisitudes.
En esta antología de cómics vemos una ida y vuelta de las diferentes edades de la autora, hablando en presente desde la adolescencia, volviendo a la infancia (y contando la historia familiar), avanzando en el presente según crece y vuelta a los años de juventud ya como memorias. Por aquí transcurren temas como el sexo, la vida en los años de la contracultura, la comunidad judía, la maternidad, las relaciones afectivas, el arte y el mundillo que lo rodea. Kominsky lo trata todo sin tapujos, yendo directamente a las partes vulnerables. Y eso la incluye a ella misma, exponiendo al auto juicio lo que percibe como sus defectos, con una saña que no gasta para con lo ajeno.
Una antología tan amplia permite observar también la parte camaleónica de un estilo con una base caricaturista, con un punto tan naif como crudo y expresivo, que varía de historia a historia e incluso de viñeta a viñeta. También descubrimos su faceta experimental; como intenta modular la forma en ocasiones, aplicar aspectos inexistentes en su obra anteriormente pero por el mero placer de probar en cada momento. Su narrativa la mayor parte del tiempo evita la secuencialidad inmediata y prácticamente se ensimisma en cada viñeta, que encierra una historia en sí misma.
Es fácil ver, tras leer Querido Callo, la poderosa influencia directa o indirecta en autoras actuales como Gabrielle Bell o Roberta Vázquez. Donde quiera que estés, Aline, gracias