Jorge García y Gustavo Rico remueven los géneros para contarnos la historia de la mesa redonda como nunca lo habíamos visto, una space opera con Merlín interpretado por Ziigy Stardust. Con los autores desentrañamos los misterios que Myrddin guarda en su interior. Imágenes de los process de la obra cortesía de Gustavo Rico

 

¿Qué es Myrddin?

Jorge García: Myrddin es un álbum de 180 páginas a color que plantea una variación sobre el ciclo artúrico. Contiene los ingredientes esenciales del mito (Arturo, Merlín, Camelot y su corte, los amoríos de Ginebra y Lancelot, etc.), pero aderezados con el condimento de la ciencia ficción y la especia picante de la estética glam.

 

¿Cómo nace la obra?

JG- Pues nace (y espero no sonar grandilocuente) de un rapto de inspiración. Bueno, fue un rapto banal, vulgar, de nuestros días. Estaba investigando en internet sobre un tebeo intrigante titulado Nemesis, the Warlock, escrito por Pat Mills y dibujado por Kevin O’Neill. Había algo en la premisa de la serie que sirvió de fulminante a Myrddin: el protagonista era un extraterrestre de rasgos horripilantes que respondía al castizo nombre de Torquemada. El contraste entre el apelativo terrestre y la figura alienígena disparó en mí interior algún resorte de la imaginación, predisponiéndome a la fantasía, al ensueño y al juego. En ese estado de ánimo se me ocurrió una idea disparatada: que las leyendas artúricas resultarían verosímiles si Merlín hubiera sido un extraterrestre. Esta idea es, a grandes rasgos, el germen de la obra. Como guionista, estoy acostumbrado a extraer mis ideas de la literatura y, en menor medida, del cine. O a ser vehículo de las ideas de otros (me ocurrió con Pedro Rodríguez en Las aventuras imaginarias del joven Verne, y con David Rubín en Pequeño Zemo). Tener una idea propia, original o no, me pareció en aquel momento una novedad refrescante.

Al principio, no sabía bien qué hacer con ella. Dudaba entre hacer un guion de  historieta o una novela juvenil, género que me gustaría ejercitar algún día. Le consulté las dudas a mi amigo Tomás Hijo (profesor universitario, cineasta aficionado, notable escritor y brillante ilustrador). Pero acabé decantándome por la historieta cuando Gustavo me preguntó qué haríamos después de Los dientes de la eternidad. En ese momento, le propuse dos o tres proyectos, y el único por el que dio muestras de entusiasmo fue Myrddin.

 

 

Con esta obra continuáis con los mitos fundacionales tras Los dientes de la eternidad. El protagonista de la historia, Merlín, os sirve para recuperar los mitos artúricos.

JG.: Sí. Y pido disculpas a los entendidos porque, en realidad, Myrddin es el resultado de mis lagunas en materia artúrica, que eran oceánicas. Antes de enredarme en la documentación, mi conocimiento del ciclo se reducía a algún texto tangencial (como Merlín y familia, de Álvaro Cunqueiro) y a un modestísimo puñado de películas que incluía títulos dispersos, como Excalibur, de John Boorman o la memorable El rey pescador, de Terry Gilliam. Dicho esto, cuando empecé a leer sobre el tema me tropecé con una riquísima tradición literaria que traté de asimilar a partir de sus textos más emblemáticos, como Historia de los reyes de Britania, de Geoffrey de Monmouth (que fue quien convirtió a un oscuro caudillo galés en ese monarca legendario que es Arturo) o las novelas de Chretien de Troyes y Thomas Malory (que escribió La muerte de Arturo, quizá la versión más acabada del ciclo). También cotejé algunas versiones modernas, como la maravillosa tetralogía Camelot, de T. H. White (adaptada parcialmente al cine por Disney en ese clásico de mi infancia que es Merlín el encantador) o la novela inconclusa Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck, imperfecta, inconclusa, pero repleta de pasajes memorables. Aparte del material relacionado directamente con el ciclo, expurgué novelas de ciencia ficción y libros sobre el tiempo o la astronomía (Cosmos, de Carl Sagan, fue de gran ayuda). Una larga lista que abrevio para no aburrirte y que incluye obras tan alejadas del ciclo artúrico como Polstergeist de Tobe Hooper, El orden del tiempo, de Carlo Rovelli, o la espléndida novela Una mirada a la oscuridad, de Philip K. Dick.

 

A pesar del título, la historia se podía haber llamado Morgana, ya que se convierte en eje fundamental de la historia. En cambio, mostráis una versión poco idílica de Arturo, trasladando la imagen de un hombre atado a sus instintos más primarios.

JG.: Efectivamente, son la cara y la cruz de la obra. Con Arturo fuimos despiadados. Su educación lo convierte en un guerrero perfecto, pero un giro del destino lo acaba sentando en el trono de Camelot, cargo para el que no siente la menor inclinación. Fue criado para obedecer, no para gobernar, y descarga su frustración dando rienda suelta a sus instintos más salvajes. A medida que avanza el relato se va perdiendo en sus delirios, mezclando violencia, sexo y muerte, y ofreciendo una imagen poco edificante de sí mismo. Morgana, en cambio, es un personaje mucho más sutil. Fue criada para gobernar pero, víctima del mismo giro del destino que acaba entronizando a su hermano, termina en un rol secundario asociado a las cloacas del poder. Cumpliendo con sus instintos, emplea su ciencia conspirativa en intrigas palaciegas y complots de largo alcance que mueven la acción en direcciones insospechadas.

 

 

El Merlín de la obra se convierte en un trasunto de un Bowie alienígena, encerrado en un mundo del que intenta escapar. Como en el relato de Asimov “¿Le importa a una abeja?”, el protagonista hace que la humanidad evolucione hasta el punto en el que pueda volver a su hogar.

JG.: Sí, actúa como un fulminante, como un catalizador. Su nave precisa de algunas reparaciones y, para que los materiales lleguen al lugar en que se encuentra, organiza un imperio que funciona como nudo comercial de orden planetario (y no digo más para no agravar el spoiler). Para subrayar gráficamente su naturaleza extraterrestre y separarlo físicamente del género humano, a Gustavo se le ocurrió la idea de modelarlo a imagen y semejanza de David Bowie (que, no lo olvidemos, había encarnado a un alienígena tanto en el escenario como en la gran pantalla, en la película El hombre que cayó a la Tierra). Como bien dices, Myrddin está encerrado en un mundo del que intenta escapar, y eso es cierto en más de un sentido, porque está encapsulado no solo en el espacio, sino en un breve intervalo de tiempo. Myrddin responde a una especie de reto narrativo: el de que toda la historia transcurra en un instante. Al inicio de la historieta, asistimos a la llegada del protagonista a un mundo deshabitado. Tiene un propósito que cumplir, pero no recuerda cuál. El tebeo dura el intervalo que Myrddin tarda en recordar su propósito. No es un recurso original. Alan Moore lo empleaba con mucha gracia en un proyecto fallido: El crepúsculo de los Superhéroes. Es una caja china, una especie de marco narrativo que se abre a una historia más grande: la de Myrddin en la Tierra, desde su accidentado aterrizaje hasta su salida por la puerta grande.

La historia bebe de muy diferentes fuentes, por una parte la space-opera, Una ópera-rock diseñada por un Druillet en estado de gracia.

Gustavo Rico: ¡Gracias Kike! En efecto, creo que el influjo de Les Humanoïdes Associés fue importante a la hora de crear ciertas secuencias en Myrddin, sobre todo las relacionadas con el interior de la nave del protagonista, al que queríamos dar un toque atemporal y metafísico que quizás proceda más de Moebius que del propio Druillet. Por otro lado, tengo la teoría personal de que Druillet tuvo que ser una influencia importante para la creación del Miracleman de Moore, sobre todo en ciertas composiciones de página en los números más épicos dibujados por John Totleben, números que releí expresamente mientras dibujaba Myrddin. Así que, de alguna forma, todo confluye ahí. Lo cierto es que es una lástima que nunca se haya llegado a publicar la obra completa de Druillet en español.

En el apartado gráfico mencionáis referentes tan diversos como Daniel Torres, Calatayud, Keko o Jack Kirby.

GR.: ¡Y en el apartado narrativo! En Myrddin hay una página prácticamente calcada de una de la Estrella Lejana de Daniel Torres. Pero, si hablamos estrictamente de  influencias en el apartado gráfico, creo que fueron importantísimas ciertas obras de Nazario, Laura o Sequeiros. Hay diseños de personajes directamente inspirados de algunos de Anarcoma (Morgana, por ejemplo, es uno de ellos).

Hay composiciones de páginas inspiradas en Turandot, y la sensualidad que desprende El Toro blanco de Laura y Lo Duca también fue inspiradora. En cierta medida, el dibujo de Myrddin tiene un toque más sofisticado que el de Los dientes de la eternidad, de complexión más ruda y geométrica. Por ello estudié a dibujantes de línea clara naturalista, como podría ser el propio Moebius. Pero también estudié a muchos otros, como Jaime Hernández o Kazuo Kamimura. El abanico es amplio y diverso, las relaciones que hago entre estilos de dibujo a menudo son bastante imposibles. Quizás esto contribuya a que Myrddin acabe siendo una obra bastante única.

La narración funciona en varios planos paralelos, pero evitáis recursos muy habituales en Los dientes de la eternidad como los cartuchos de voz. Si en esta última da la sensación que queréis hacer todo épico, en la presente obra parece que intentáis hacer más accesibles los conceptos más complejos a través de los recursos gráficos.

GR.: Yo creo que Jorge ya inició un proceso de depuración de los textos en los Dientes de la Eternidad que continúa en los textos de Myrddin. Además, en Myrddin encontramos un ejercicio de síntesis en la cantidad de cartuchos de texto. Por tanto, en muchas ocasiones la fuerza conceptual recae en el dibujo, que, a su vez, es más evolucionado narrativamente. La página donde Morgana visita por última vez su cámara en Camelot antes de ser desterrada ilustra muy bien esta idea, mediante el montaje analítico y con una casi total ausencia de texto.

El color llama la atención por su intensidad, especialmente por el predominio del rojo.

GR.: El empleo del color en Myrddin tiene una función meramente narrativa, la técnica es similar a la que empleaba Richmond Lewis en Batman año uno. Tanto el rojo como el azul Prusia, el gris oscuro o el negro tienen mucha presencia a partir del segundo capítulo de la obra y van acordes a la tensión narrativa. El rojo destaca los picos de máxima tensión. A veces solo está presente en viñetas muy concretas donde los tonos oscuros son predominantes en el resto de la secuencia, como una especie de llamada de atención. Por tanto, el empleo del color en Myrddin tiene esa función, en contraposición con los Dientes de la Eternidad, donde, al ser una obra de orden mitológico, el color tenía una función más bien simbólica y de tiempo narrativo.

 

 

 

El hecho de colaborar habitualmente, ¿cómo creéis que afecta a la obra?

GR.: Pues sin duda afecta positivamente, llevamos colaborando cerca de 20 años, así que algo habremos aprendido. Sobre todo a conocernos el uno al otro, así que yo diría que esto debe verse reflejado de alguna manera en la obra.

JG.: Esa colaboración ha creado entre nosotros una complicidad que, en el ámbito creativo, se traduce en una rara efervescencia. Me explico. Myrddin abarca gran cantidad de temas y un largo espacio de tiempo, por eso exigía unos recursos y una hoja de ruta para no perdernos en el camino. No obstante, nos permitía cierta flexibilidad para flexionar, digamos, nuestros músculos estéticos y narrativos. De hecho, nos pasábamos el día retándonos el uno al otro: ¿a que no te atreves a ocupar una página con una sola viñeta en primer plano, como hacía Kirby? ¿A que no te atreves a emplear las diagonales en la página? ¿Por qué no cambiamos de sitio tal o cual viñeta? ¿Y si fragmentamos el tiempo empleando dos tiras de viñetas verticales? Fue un auténtico desafío.

Myrddin es una epopeya trágica que nace en plena pandemia. ¿Cómo vivís como autores la situación?

GR.: En mi caso varía poco mi rutina diaria puesto que trabajo en casa. He notado más cambios en mi faceta de profesor de ilustración en la escuela Joso. Durante el confinamiento, que coincidió con el final del curso pasado, tuvimos que impartirlo online con las dificultades que ello comporta. Y actualmente, pese a que podemos dar clases presenciales, se han tomado todo tipo de medidas de seguridad. En cuanto a la viabilidad de los proyectos de cómic en los que ando involucrado en el ámbito editorial, pues todavía es pronto para sacar conclusiones, dado que la situación sigue siendo bastante incierta. Imagino que dentro de poco todos notaremos las consecuencias. En todo caso, estoy acostumbrado a la incertidumbre en cuanto a mi trabajo relacionado con el cómic se refiere.

JG.: Para mí fue un trance delicado. Estoy acostumbrado a trabajar en casa, pero acostumbro a hacerlo a solas y, claro, la presencia constante de mi compañera y de mi hija me obligó a reajustar la rutina. En relación al ámbito de la historieta, la parálisis repentina de marzo, en mi caso concreto, se tradujo en la ausencia de los encargos de escritura publicitaria que suelo recibir mensualmente por parte de Norma y ECC.

 

¿Proyectos?

GR.: Pues tengo dos proyectos en ciernes. El primero se trata de la adaptación al comic de la tragedia shakespeariana Tito Andrónico junto al gran Marcos Prior, que verá la luz dentro de poco bajo el sello editorial Astiberri. Un trabajo del que estoy muy orgulloso y que promete darnos muchas alegrías.

El segundo vuelve a ser con guión de Jorge García, es la biografía del general Millán Astray y lo hemos titulado ¡Muera la inteligencia! De momento se encuentra en fase de preproducción, estoy intentando encontrar el estilo gráfico, que intentaré que sea diferente a todo lo anterior hecho con Jorge. Falta también definir gráficamente los personajes y configurar el dossier de proyecto. Pero confío en poder estar a la altura de los guiones de Jorge.

JG.: Aparte de ¡Muera la inteligencia!, tengo algunos proyectos en el alero, aunque solo Dios sabe si alguno de ellos acabará impreso algún día. Bueno, hay uno que se va a concretar de forma inequívoca: la reedición de Las aventuras del joven Jules Verne, a cargo del sello Spaceman Project. Es uno de mis guiones más queridos, revisado concienzudamente para la ocasión y cuya nueva edición cuenta con una nueva portada de Pedro Rodríguez. El lanzamiento acaba de anunciarse mientras escribo estas líneas, así que estará en las librerías dentro de un par de meses.

De vuelta a los proyectos inéditos, el único que tiene visos de acabar publicado en breve es El viento y la muerte, un álbum de unas 100 páginas en blanco y negro que he escrito para el dibujante malagueño Kosta y que será publicado en francés por el sello Nouveau Monde. Es una historia otoñal centrada en la biografía de un periodista polaco (inspirado en Ryszard Kapuscinski). Me siento muy orgulloso del proyecto, en el que he volcado muchas de mis pasiones. En relación al trabajo de Kosta, cabe decir que es de los que hacen época.

Aparte de estas dos obras, hay un puñadito de proyectos en distintos estadios de gestación. Uno de los más avanzados es La soga al cuello, biografía del bandolero Ned Kelly, que fue una especie de Robin Hood australiano durante el último tercio del siglo XIX, y que estoy realizando en colaboración con el dibujante Felipe H. Navarro. Es un proyecto muy peculiar, casi lo contrario a Myrddin, con unas composiciones de página de un rigor franciscano donde la acción gravita sobre los diálogos, el encuadre y el gesto de los personajes. Llevo escrita casi la mitad de la obra, en segmentos de ocho páginas. Y es un trabajo muy grato, tanto por el desafío que conlleva trabajar en un formato tan pautado, como por la espléndida labor que Felipe está desarrollando.

Hay otros proyectos apenas esbozados, como dos historietas cortas protagonizada por Myrddin y por un soldado marroquí de regulares, respectivamente. La primera nos trasladaría al espacio profundo, la segunda a un hospital de campaña en la Salamanca de 1937. También existe la posibilidad de que me encarguen la escritura de un álbum destinado al mercado francés. A ese mismo mercado, por cierto, iría dirigido un proyecto junto al dibujante Ángel Trigo, proyecto que giraría en torno a una de las obras de Manuel Chaves Nogales. Pero todo eso, de momento, pertenece a un horizonte brumoso y, ay, lejano.