La etapa “sonora” de las películas de Fritz Lang destacaba por la maestría con la que el autor aprovechaba las posibilidades del sonido.
La película M el vampiro de Düsseldorf es uno de los ejemplos donde más patente ese se hace ese particular dominio: la tonadilla que silva sin cesar el protagonista se queda grabada en la memoria del espectador de mala manera y se convierte en un elemento clave de la narración.
En la La Laguna de Lili Carré también hay una melodía predominante, la que pronuncia el ser que habita en la laguna. Una melodía que irrumpe en mitad de la noche y que es capaz de hipnotizar a unos y de abducir a otros hacia las profundidades de las aguas.
Carré es capaz de crear algo tan soberanamente complicado como una historia onírica que gira entorno a una melodía hipnótica bastándose de su talento narrativo y gráfico. Y no sólo eso si no que además es capaz de crear atmósferas nocturnas y diurnas haciendo gala de un magisterio apabullante de la utilización del blanco y negro.
Lo que convierte a este cómic en un pequeño prodigio que hace de su aparente austeridad uno de sus platos fuertes, aunque eso es algo ya muy habitual en la producción de esta autora.
Hasta la fecha Lilli Carré era una total desconocida en nuestro país, pese a que arrastra un currículum muy serio hecho a base de mini-comics autoeditados y participaciones en antologías americanas de renombre como Mome, Kramers Ergot o Best American Comics. Amén de una notable trayectoria paralela como animadora.
Esta es su primera incursión en el territorio de la narración larga, si nos remitimos al tamaño físico de su obra.
En la Laguna encontramos los lugares comunes de sus anteriores trabajos: una mezcla de surrealismo situado en un contexto muy cercano al cuento con dosis de crudeza y donde siempre predomina un cierto misterio irresoluble.
De hecho la historia de la Laguna recuerda mucho a uno de sus primeros trabajos titulado Deep Sea Diving en el que un chico se enamoraba de un pulpo.
Algo así, simplificando mucho y para que me entiendan, como si a David Lynch le diera por versionear los cuentos clásicos de los hermanos Grimm.
Si comparamos este trabajo con sus anteriores títulos quizás se noten ciertos dejes más propios de la animación que del lenguaje del cómic, lo que por otro lado ayuda a que la historia se contamine de un vertiginoso ritmo de lectura.
Si no conocen a Lili Carré la Laguna es una excelente puerta de entrada para adentrarse en el peculiar mundo de una de las autoras jóvenes más notables de los Estados Unidos.