Flavita Banana (Barcelona, 1987), nombre artístico de Flavia Álvarez, es una ilustradora que inició su carrera artística dado difusión a su obra en las redes sociales. Tras su gran éxito virtual, el salto a papel impreso de sus viñetas más celebradas en Instagram suena a paso lógico. Archivos Cósmicos (¡Caramba!) es el segundo volumen recopilatorio, donde publica 200 de sus viñetas, tras el anterior Archivos estelares (¡Caramba!, 2017).
En Archivos Cósmicos encontramos humor, acidez y poesía. Viñetas en blanco y negro donde la autora pone el dedo en la llaga de algunos de los defectos de nuestra sociedad. Y es que estamos ante un cóctel que lo tiene todo: chistes, confesiones, estados de ánimo y también denuncia. Escenas poéticas, escenas de queja y escenas de humor absurdo. Todo con una gran capacidad de concisión. Y un dibujo sintético, de trazo fuerte y aparentemente sencillo (con más trabajo y capacidad de sintetización de lo que se puede captar en una lectura rápida). Personajes desencantados que están de vuelta de todo y frases disparadas como balas. Todo en pequeñas dosis, como caramelos que se degustan rápido, en un suspiro, pero que dejan un rastro de sabor, dulce o amargo según la ocasión. Dibujos que sumados, leídos de carrerilla, aumentan su efecto.
Se podría hablar del trabajo de Flavita Banana enumerando nombres de posibles ‘referentes’ que vienen a la cabeza al leer su obra: Quino (no en la versión de Mafalda, si no en su versión de viñetas únicas con humor entre surrealista y absurdo), Perich (con su precisión y mordacidad), incluso Cesc (con sus retratos poéticos de la cotidianidad). Pero parece una injusta manera de negar méritos a esta artista con voz propia.
La autora acostumbra a aparecer acompañada de la etiqueta de ‘humor feminista’. Si bien es cierto que las protagonistas de sus dibujos en general son mujeres y aparece con frecuencia el tema de género, no se dejen engañar. No son viñetas para mujeres. Sus dibujos, con visión femenina y feminista, son aptos (y recomendables) para todos los públicos.
Como lectores pasarán de sentirse inteligentes a pensar que quizá el chiste somos nosotros. Y ahí, permítanme que se lo diga, está la gracia. Ya lo avanza Darío Adanti en el prólogo: “No es una risa. Es una sonrisa en tensión”.
Disfruten de los caramelos.