Aprovechando la gira de presentación de su último cómic, Rey Carbón, hemos tenido la fortuna de poder charlar con Max, a quien agradecemos su predisposición al igual que a la editorial La Cúpula por todas las facilidades a la hora de programar la entrevista que transcribimos a continuación.
Si analizamos Rey Carbón dentro de tu trayectoria es evidente que hay una evolución, no solo desde tus primeros trabajos, sino incluso respecto a los cómics que hacías inmediatamente antes de Bardín el superrealista ¿podemos entender que a partir de ahí se abre una nueva etapa en tu carrera?
Sí, Bardín fue un punto de inflexión, fue como encontrar mi voz, eso que se dice, aunque suene a gastado. Fue como encontrar el tono que me interesaba, y desde ahí ha sido una progresión en una dirección para mí muy evidente. Hasta Bardín había estado probando cosas, pero desde entonces descubrí un camino personal muy claro y en el que vi que había trabajo por hacer.
Una cosa que hago siempre cuando me enfrento a un trabajo es acudir a un diccionario etimológico y buscar el origen de la palabra clave que tengo en la cabeza
Por ejemplo El prolongado sueño del Sr. T sí que parece una de esas obras en las que estabas experimentando, y de la que además has reconocido que su desarrollo fue agotador por el tipo de dibujo.
Por el tipo de dibujo, por escribir una historia tan larga y tan densa, por meter la pata en el guión al final. Pero, en cambio, me sirvió mucho para aprender. Yo antes era más dibujante que guionista y creo que a partir de Bardín empieza a ser al revés, porque me planteo las historias de otra manera, por eso considero que todos los años previos a ese trabajo fueron en realidad un aprendizaje como guionista. Como dibujante más o menos me las arreglaba, toda la vida dibujando pues algo había aprendido, sin embargo, con los guiones tenía que aprender. A partir de Bardín empecé a sentirme más cómodo en ese terreno.
Hace cosa de un mes más o menos apareció una entrada en tu blog con un mensaje un tanto enigmático: «Después del Vapor viene el Carbón».
Gran frase promocional (risas).
Evidentemente en aquel momento no sabía muy bien a qué te referías, luego ya se entiende, claro. Pero desde Vapor hasta Rey Carbón han pasado seis años y en ese tiempo has hecho muchas otras cosas. ¿Son dos líneas de trabajo diferentes, la que une esos dos cómics por un lado, y por otro la que engloba el resto de obras realizadas en ese periodo? ¿La primera más personal y la otra formada por trabajos de encargo?
Es una distinción muy sencilla. Algunos libros obedecen a una necesidad propia, que curiosamente los voy haciendo a un ritmo de seis años, y otros surgen de encargos externos. Encargos hay de muchas clases. Están los que haces por necesidades económicas y están los que haces porque son muy golosos y te apetecen mucho, hasta el punto de que se convierten en proyectos personales. Eso sí, los que han nacido de una necesidad personal son Bardín, Vapor y Rey Carbón, todo lo demás que se publicó entre ellos han surgido de propuestas ajenas a mí.
No obstante, en esos títulos que no parten de una iniciativa tuya también podemos reconocer rasgos concretos que tienen relación con Vapor y ahora con Rey Carbón.
Claro. Sobre todo en el libro para el Museo del Prado, el libro sobre El Bosco (El tríptico de los encantados, 2016), que fue un encargo irrechazable, y me lo tomé inmediatamente como algo personal, porque además me daban total libertad. Pues bien, está muy relacionado con Rey Carbón, igual que Paseo astral, que fue un caso muy parecido. Hasta el punto que Rey Carbón no sería como es si antes no hubiera realizado esos trabajos.
E incluso lo mismo sucede con las historietas para El País, otro registro diferente, que es lo más comercial que sé hacer, también me han servido, y de hecho el personaje que creé allí actúa aquí como el conductor. Así que en realidad no los puedo separar totalmente.
Volviendo al blog, después de aquella misteriosa entrada fuiste desgranando una serie de pistas acerca de los conceptos que había detrás de la génesis de Rey Carbón, y me ha llamado la atención que en una de las entradas hablabas de una revista ecologista inglesa de los setenta –The Country Bizarre-, que tú conociste por entonces, pero que te ha servido de inspiración para tu obra actual. Es como si la idea te hubiera estado rondando y la recuperaras ahora.
Rey Carbón está hecho un poco así. Hay varias cosas que van zumbando por mi cabeza, diferentes entre sí, y de repente encuentro un hilo…
Nunca mejor dicho, lo del hilo.
Claro. El hilo es como la metáfora principal de este libro. Cuando me estaba planteando hacer un nuevo trabajo tenía tres o cuatro ideas interesantes que desarrollar pero no sabía cómo trabarlas entre sí. Por entonces, estaba leyéndome una biografía de Duchamp en la que se describía la primera de sus obras conceptuales. Soltó tres hilos de un metro de longitud desde un metro de altura y tal y como caían los pegó en un panel. A continuación construyó tres reglas de madera con la forma en la que habían quedado los hilos, y luego pintó otro cuadro usando esas reglas… Ese juego en el que la intervención decisiva era la del azar me dejó claro que lo que tenía que hacer yo era lo mismo. También tenía varios hilos y debía dejarlos caer para observar cómo caían y qué forma adoptaban. Además me dí cuenta de que el tema principal del libro que quería hacer era el hilo.
Una cosa que hago siempre cuando me enfrento a un trabajo es acudir a un diccionario etimológico y buscar el origen de la palabra clave que tengo en la cabeza, en este caso “hilo”. Y descubro que el latín “filum” significa hilo, filo, perfil y contorno. De ese modo vi la luz. Perfil y contorno es dibujo, e hilo es el hilo narrativo que vas estirando. Mi conclusión estaba clara, no quería usar el dibujo para contar una historia, sino que quería que el dibujo fuera la historia. Y como ya tenía en la cabeza narrar una historia sin palabras todo casaba. Luego vino el trabajo de ir armando esto con otras ideas que tenía, como la fábula de Plinio sobre el origen de la pintura. Pero a partir del momento en que tuve claro que el tema era el dibujo ya fui recuperando cuestiones que tenía apuntadas o seleccionadas de antes porque creían que me podrían servir.
Resulta llamativa igualmente la manera en que introduces y abordas ciertas cuestiones en principio trascendentales, siempre sin intención de pontificar. En Vapor, por ejemplo, hay personajes que utilizan diálogos grandilocuentes, pero tú mismo te encargas de cortarlos, de desmitificarlos, de burlarte de ellos.
No soy ni un pensador ni un filósofo, soy un dibujante. Una de las materias con las que más me interesa trabajar es con el humor, sobre todo en el sentido en que manifiesta las contradicciones de las cosas de una manera graciosa. Es una línea de trabajo que me parece muy sana.
Como usuario de cultura, en cuanto me vienen con mucha solemnidad ya empiezo a desconfiar. Porque todas las cosas tienen su reverso. No puedo evitar mostrar un aspecto y a la vez su otra cara para demostrar que los grandes conceptos, las grandes palabras y las grandes verdades no me interesan. El humor me sirve para defenderme de ellas. Como mucho puedo plantear grandes preguntas pero ni siquiera puedo dar respuestas pequeñas.
¿Es paralela esa manera de plantearte el guión, huyendo de las grandes respuestas, a tu manera de dibujar? Ese recorrido en el que has ido simplificando el dibujo cada vez más hasta encontrar la línea básica ¿forma parte de la misma evolución?
Tiene que ver una cosa con la otra, aunque no sé precisar cual es el nexo exacto. Lo que sí sé es que mi puro instinto artístico me lleva hacia esa austeridad visual, porque tengo la sensación de que cuanto más austero es más poder emocional tiene hacia el lector. Nunca he sido un virtuoso del dibujo como para hacer maravillas…
Mi instinto artístico me lleva hacia esa austeridad visual, tengo la sensación de que cuanto más austero es más poder emocional tiene hacia el lector
Eso sería discutible.
Bueno, yo no me considero un virtuoso del dibujo como puede ser Moebius, pero intento concentrar el poder del dibujo en los trazos mínimos y esenciales. Es otro tipo de búsqueda, no tanto estética como comunicativa. Por supuesto, sé que hay mucha gente que prefiere mis cómics cuando era más detallista, pero qué se le va a hacer, no se puede contentar a todo el mundo.
En Rey Carbón recuperas personajes que ya estaban presentes en Vapor ¿con qué intención lo haces?¿se pueden leer como historias paralelas?¿cómo están relacionadas?
No es exactamente intencionado, pero sí que es cierto que esos personajes que mencionas que vienen de Vapor no estaban originalmente en aquella obra. El sueño de Nicodemo fue un inserto a mitad del trabajo para resolver el engarce entre un capítulo y el siguiente que al principio lo resolví de otra manera pero no me funcionó y me quedé en blanco. Así que recurrí a una cosa que ya tenía hecha con anterioridad y que me servía. A estos personajes los había creado para una historieta corta, independiente, que luego integré en Vapor y que siempre me habían dado la sensación de que podían dar más de sí. O sea, que no hay una relación intencionada con Vapor en ese sentido más allá de haber utilizado de nuevo a esos personajes.
También el Vapor del final de aquel álbum parece tener cierta relación con los que aparecen en Rey Carbón.
Tiene que ver con todo eso. El Vapor del final es un detalle muy truculento y reconozco que es un tema difícil que mucha gente no ha entendido. He estado en varios grupos de lectura en bibliotecas en los que los participantes no sabían muy bien cómo interpretarlo, les chocaba mucho.
En el desenlace queda el enigma de qué ha pasado con Nicodemo, ya no aparece y los otros se preguntan qué ha sido de él.
Ese enigma es intencionado, claro, y los que hay aquí [en Rey Carbón] son más intencionados todavía (risas).
Me impactó mucho una frase de Enrique Vila-Matas, que además se la he leído en distintas ocasiones, insiste mucho en eso, que dice: “lo ideal sería que el lector fuera tan creativo a la hora de leer como lo ha sido el autor a la hora de escribir”. Y este libro está hecho de tal manera que cada lector lo puede entender como quiera y hay tantas lecturas posibles como lectores. Y no lo digo como un mérito. No es que haya empezado a acumular capas y capas, sino que he abierto diferentes caminos para que cada uno vaya por donde le parece. Es cierto que algunos pueden perderse y que por eso en mi blog he dejado algunas pistas. Al principio había pensado en incluirlas en el libro pero después no me pareció buena idea, era mejor que estuvieran en otro sitio. Son detalles que ayudan a atar cabos, siguiendo con lo del hilo. Porque además el textil es una metáfora esencial de la literatura: hablamos de la trama de una novela y las palabras texto y textil seguro que vienen de la misma raíz. No lo he buscado en mi diccionario, tengo que buscarlo (risas).
Este libro está hecho de tal manera que cada lector lo puede entender como quiera y hay tantas lecturas posibles como lectores
Y ahora que hablas del textil, y viendo el final de Rey Carbón, y ya que hablamos de vapor y de carbón, no sé si estoy forzando demasiado las cosas al pensar en reminiscencias de la revolución industrial y su impacto a la hora de crear un mundo nuevo.
No, no hay nada de eso. A lo mejor si mi abuelo hubiera hecho cómics pues hubiera hecho referencia a eso (risas). Yo solo he vivido la decadencia de esas cuestiones.
Tu trayectoria es ya muy larga, empezaste a mediados de los años setenta a publicar y has vivido de todo dentro del mundo del cómic. Incluso hubo una etapa en la que te alejaste del medio y te centraste más en la ilustración. En la actualidad parece que estamos viviendo un periodo sin parangón, principalmente por el reconocimiento del cómic y porque este ha conseguido llegar a un público, al parecer, nuevo. ¿Crees que cómics como Rey Carbón serían imposibles de concebir hace quince o veinte años?
Seguramente sí. Hacía falta un contexto que diera soporte a cierto tipo de historias. Y también una madurez personal para hacerlo. Yo tampoco lo podría haber hecho entonces. Es verdad que el panorama se ha ido abriendo desde que yo empecé y que la última apertura ha sido enorme. El mérito de todo esto, para mí, lo tiene básicamente el Maus de Spiegelman, que no lo considero tampoco el mejor cómic que se ha hecho en este tiempo, pero sí el más influyente, sin duda. Como digo, el campo se ha abierto y por ahí ha podido entrar gente que hace cómic de autor y otros muchos caminos distintos. La única lástima es que este buen momento del cómic coincide con el peor momento de la cultura, en general, y entonces parece que siempre llegamos tarde a todo (risas).
Es muy agradable hacer chistes sobre cultura, es uno de esos mundos en los que la solemnidad en ocasiones es excesiva
Un aspecto clave en esta dinámica de la que estamos hablando es que editoriales que nunca se habían interesado por la historieta ahora la han incluido en sus catálogos. Mientras que hay otras que han sobrevivido contra viento y marea, como La Cúpula a la que tú sigues siendo fiel.
Cuando estás dentro del negocio acabas por darte cuenta de que editores grandes, pequeños y medianos son lo mismo. Y si has estado trabajando con personas que siempre te han dejado hacer lo que quieres y estás a gusto y hay amistad no hay razón para cambiar.
Para acabar me gustaría hablar de tus tiras para el suplemento Babelia. Cada semana tienes que entregarla y me imagino que el método de trabajo y el la manera de planteártelo serán diferentes.
La manera de procesar las ideas es muy diferente. Ahí estoy dentro de un periódico, en las páginas dedicadas a la cultura y dentro de ese marco es donde yo me muevo. Intento no salirme mucho, aunque de vez en cuando me sale alguna que podría estar perfectamente en la sección de política, porque cuando me coge algún cabreo no puedo evitarlo (risas).
Como tus últimas referencias a Trump.
Cuando Trump ganó las elecciones hice un par de tiras seguidas sobre él, e inmediatamente me di cuenta que era imposible hacer chistes sobre Trump porque él mismo ya era un chiste, y decidí no hacer más. Pero últimamente me he dado cuenta de que tengo cosas que decir sobre él. Pero eso solo lo hago de vez en cuando, muy de tarde en tarde. En realidad, procuro moverme en un registro que me resulta al mismo tiempo cómodo y exigente. Cómodo porque puedo hablar de las cosas que me interesan, que son el arte y la literatura, y exigente porque yo no soy ningún experto en la materia, de modo que me auto-limito. Si hablo de escritores lo hago siempre de escritores fallecidos e intento no hacerlo de escritores vivos, porque no me dan tanto juego, pero también porque yo vivo alejado de ese mundillo y no lo conozco desde dentro. Pero, bueno, es muy agradable hacer chistes sobre cultura, que es además uno de esos mundos en los que la solemnidad en ocasiones es excesiva.
Pues Max, lo dejamos aquí, no queremos molestarte más. Muchas gracias por tu colaboración y enhorabuena por Rey Carbón.
De nada, gracias a vosotros.